TRABAJO Y TIEMPO
Los más en el mundo moderno que avalan la teoría de la rentabilidad del trabajo ligada a la independencia personal olvidan las relaciones determinantes en la naturaleza entre tiempo y trabajo, de modo que por mucho que un individuo se esfuerce es incapaz de sacar mayor rendimiento a su esfuerzo que lo que de la naturaleza pudiera obtener por su técnica y su destreza en las veinticuatro horas del día. Por eso la humanidad evolucionó en su progreso tan lentamente, a pesar de una semejante capacidad intelectual, ya que el real rendimiento del trabajo de las personas se fundamenta en el empleado por otros -previos y coexistentes- que permiten aplicar años y años de esfuerzo de otros anteriores para disponer de las herramientas, maquinaria y técnica que posteriormente multiplican la capacidad individual. Pero además, cada persona puede dedicarse a empleos rentables porque otros le hacen parte de ese trabajo menos productivo pero tan necesario para dejarle la posibilidad de dedicarse a la sola actividad de su interés y conveniencia.
La repercusión del beneficio de la sociedad sobre el rendimiento del trabajo de cada individuo es tan desproporcionada, que sólo una conciencia egocéntrica puede reconocerse como único responsable de su productividad, pues sin el entorno social incluso las personas más capacitadas y de mayor potencia física apenas tendrían tiempo para conseguir lo imprescindible para sobrevivir. Piénsese si cada uno tuviera que cazar, cultivar, tejer su ropa de abrigo, conseguir recursos energéticos, mantener una casa, gestionar sus desechos, etc. no tendría mayor bienestar que los primeros humanos, por lo que si hoy ya se nace en un entorno civilizado, con multitud de servicios al alcance de la mano, lo es porque se vive en sociedad y se comparten tantas cosas que exigen también que lo que cada uno produce repercuta sobre los demás.
Para realizar la productividad de muchos de los trabajos con mayor rendimiento económico por hora, se precisa disponer de las horas para poder emplearlas así, lo que se logra porque haya otros que permiten esa disposición de tiempo al realizar ellos para él las tareas con menor repercusión económica. Así, por ejemplo, los empleados de la gestión de residuos le recogen sus basuras, el servicio doméstico le logra el decoro, los trabajadores de la cadena alimentaria le facilitan la alimentación, los técnicos de las compañías industriales le facilitan los servicios de agua, electricidad y gas, los empleados públicos velan por su seguridad, los mecánicos le facilitan el transporte, etc. y así cada una de las actividades diferentes a la específica de su labor personal es posible porque alguien emplea tiempo en realizarla. Sin esos servicios la persona más capacitada tendría que emplear tiempo en procurárselos, tiempo que restaría a la actividad más rentable a la que se dedica.
La consideración de esa vinculación de la productividad y el tiempo disponible para conseguirla debe hacer reflexionar de la ventaja de vivir en sociedad, lo que supone aceptar que una parte del beneficio bruto de cada actividad debe emplearse en recompensar a los demás por el tiempo que liberan a cada cual para generarla. Eso repercute en que haya de haber un equilibrio para que de los muchos beneficios que unos puedan generar se pague a los demás una retribución que les permita una vida digna, pues estos contribuyen indirectamente de modo determinante para que puedan lograrse.