EUROPA - RUSIA
La configuración geoestratégica del mundo se fundamenta en intereses políticos y en intereses sociales, los que no siempre siguen la misma intención, pues según que en cada sociedad la política sea realmente representativa, la sociedad civil sea más plural, la cultura militar tenga menos impronta y el poder económico sea más dinámico, los intereses políticos estarán más próximos a los de los ciudadanos, y la geoestrategia primaría orientarse más para la convivencia de los pueblos vecinos que por el poder en la confrontación.
Ya en el siglo pasado, pensadores críticos, como Orwell, planteaban una distribución futura política en grandes bloques geográficos resultantes de la imperiosa necesidad de compartir el espacio comercial propicio para el desarrollo, superado el tiempo político del colonialismo.
Frente a la aproximación social entre Europa y Rusia en los siglos XVIII y XIX, fundamentada en la puesta en valor de raíces comunes, en el XX se produjo una escisión debida a la controvertida interpretación de la política social, con sistemas antagónicos que, aunque no llegaron al enfrentamiento bélico -como sí lo hicieran entre sí los genuinos europeos-, supuso un distanciamiento en prestarse el auxilio comercial que hubiera favorecido, además de sus respectivos desarrollos, un mejor conocimiento mutuo de sus distintas realidades. No obstante ese telón de acero que separaba a ambos colectivos sociales, existió casi siempre un larvado presagio de que esa vecindad de fronteras terminaría más pronto o más tarde en retomar los lazos históricos que ensancharon durante muchas décadas Europa hacia el este.
Por un lado, juegan a favor de la colaboración los ingentes recursos naturales que guardan las entrañas de la inmensidad de Rusia; por otro, la densidad de la población humana de Europa que supone un mercado de consumo envidiable y un recurso permanente de innovación y tecnología. Enriquecerse cada parte con lo que se tiene al alcance a lo largo de la amplia frontera representa un beneficio mutuo económico y social, pero también favorece distender los recelos históricos del pasado siglo, porque el comercio es una de las fuentes principales de comunicación entre distintos grupos humanos. Si en siglos pasados se superaron las diversidades étnicas para integrarse relevantemente como partes importante de la vida social europea, con más razón en el nuevo siglo que acorta las distancias y favorece las relaciones se ha de esperar una práctica la amistad.
La dimensión geográfica de la federación rusa amenazaría el equilibrio de la Unión Europea para establecer una estrategia de integración, pero existen otras formas de lograr el objetivo de los beneficios de una asociación estable entre pueblos vecinos basada en la puesta en valor del espíritu social europeo. Como en otras partes del mundo los países se agrupan para consolidar una posición de poder -como la misma Europa lo ha realizado- en el contexto internacional emergente, la posición europea y la rusa se reforzarían mucho frente a las demás potencias si lograran trabajar juntas para defender unidas una idiosincracia depurada de la cultura europea.