COMERCIO DE FÁRMACOS
Respetar la vida no se sigue sólo de evitar la guerra, la eutanasia, la violencia ciudadana, los accidentes de tráfico, la deficiente construcción antisísmica, etc., también se consigue diseñando una política internacional farmacéutica que respete el principio esencial de que sobre el interés económico prevalezca el interés humanitario. Cuando no es así, la política contraria muestra cómo prevalecen las relaciones de dominio en la sociedad sobre las relaciones de servicio, siendo que el objeto de la ciencia no se dirige al bienestar humano, sino a la rentabilidad económica que pueda producir. Por ello, un mundo globalizado debe conjugar un comercio que sirva a toda la humanidad, no necesariamente desde la caridad, sino respetando la justicia que contempla la diferenciación social y exige tratar de modo diferente a cada pueblo de acuerdo al nivel de desarrollo en el que se encuentra.
Nadie puede ignorar los beneficios que para la humanidad ha reportado la iniciativa privada en la investigación biológica y farmacológica, como en todo el ámbito de la salud. Esas iniciativas privadas para lograr su objeto se estructuran como compañías mercantiles, recurriendo a la captación de capital que financie sus inversiones en la investigación capaz de sintetizar principios y medicamentos que sanen enfermedades. Para ello, esas sociedades mercantiles precisan ofrecer rentabilidad al capital y dotar de sus beneficios provisiones para seguir investigando. La deshumanización de esas compañías mercantiles pueden seguirse de que únicamente tengan como fin la rentabilidad del capital y consideren a los enfermos como objeto de especulación.
Las organizaciones internacionales de comercio y las que velan por la salud universal, deberían actuar sobre el sistema de salud global de modo que el precio de los medicamentos no se fijen por las Compañías que los patentan y elaboran en razón del nivel de vida del país que los produce, sino del precio proporcional en cada país a su renta per cápita. Salvando la prevención al posible estraperlo, se debe trabajar en que la producción de los medicamentos pueda llegar a todos los enfermos del mundo, considerando que esa globalización no deprecia el beneficio del rendimiento económico para sus creadores y productores cuando el medicamento se produce masivamente en países con costes de producción mucho más bajos, sino que el sistema puede proporcionar sumar indefinidamente beneficios, pero todos ellos proporcionales a la renta posible de su aplicación.
Suponer que una patente puede convertirse en el instrumento que impida la curación a nivel mundial de una enfermedad es olvidar que el derecho de patente es una acuerdo internacional para protección de los derechos generados por el trabajo de autor, pero que ese derecho tiene que entenderse como uno más entre los derechos humanos, y las leyes que protegen ese ejercicio de patente, para que puedan tener el rango de leyes, deben considerar en su objeto el bien común.