LA EDUCACIÓN EN VIVIR EN SOCIEDAD
La educación se tambalea si no tiene perfectamente definido su fin objetivo: Aquello que se constituye como el fundamento de todos los contenidos que se transmiten, de modo que todo el esfuerzo educativo se oriente a reforzar ese principio. Desde ese fin se pueden entender dos objetivos fundamentales, que no se excluyen, sino se complementan, y que pueden definirse como: El objetivo de la concienciación personal y el objetivo de la concienciación social. Como las personas están destinadas a vivir en sociedad, la concienciación personal no puede excluir el ámbito de su vida en sociedad, y la concienciación social no puede ignorar el reconocimiento de la libertad individual. A veces, en las distintas corrientes educativas que conviven en la sociedad, se mira con recelo que se priorice en la educación la conciencia personal o la social, como si fuera un determinante del presente y futuro modelo social, cuando la verdad es que sólo entendiendo el fin social del hombre y el fin personal de la sociedad se avanza en una educación estructuralmente eficaz.
Cada persona no constituye el interés que pueda caber en la propia conciencia, en primer lugar porque gran parte del ser del hombre no se descubre en la introspección personal, sino en la contemplación de las actitudes y comportamientos de las personas con quien se vive. De hecho, las primeras percepciones mentales proceden de la relación del niño con las personas de su entorno, que es el universo social que le rodea, por más que pueda reducirse a padres, hermanos, abuelos..., de los que recibe lo necesario para sobrevivir y en lo que va reconociendo la naturaleza que le rodea y determina su modo de ser.
Ese educar en vivir en sociedad debe por tanto ayudar a reconocer que cada persona es soporte de la constitución de esa sociedad, que hace que en la práctica unos se ayuden a otros para facilitar no sólo la necesaria asistencia a la supervivencia, lo que se recibe en la niñez, sino que en el trabajo colectivo se logra el bien común, que no es sino el beneficio que vivir en sociedad lega a las personas. La sociedad se debe enseñar como un colectivo de personas, cada cual semejante a uno mismo, y así, lo que es bueno para sí debe aprenderse que también es bueno para los demás, lo que uno quiere igualmente lo quieren los demás, de modo que en el reconocimiento del derecho y la propiedad se aprenda a un tiempo lo propio y lo ajeno, debiendo cada uno buscar esa satisfacción colectiva y no la individual no sólo en el tener, sino en el saber y en el ser. Ese itinerario de la educación es el que va a favorecer que cada cual reconozca que vive en una sociedad en la que cada otro posee el mismo derecho como igual en el ser al propio ser.
Esa parte del fin objetivo de la educación de enseñar a vivir en sociedad debe neutralizar la percepción que cada educando recibe del desorden social de las relaciones de dominio de su entorno, en las que las unas persones intentan imponerse a las demás. La educación debe incidir en la superación personal, y no en la superación de los demás, porque ello es el engendro del espíritu bélico por el que la fuerza se convierte en el medio de hacer prevalecer los propios derechos sobre los de los demás, cuando el auténtico engrandecimiento personal es el del revalorizar a los demás porque ello revierte en revalorizarse a sí mismo como parte de la colectividad.