PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 8                                                                                                       MAYO-JUNIO 2003
página 7


HOMBRE CONTRA HOMBRE






Cuando en clase de filosofía un profesor nos comentó que un pensador había llegado a la conclusión de que el hombre es un lobo para el hombre, me sorprendió, quizá porque dada mi juventud no he tenido experiencias tan negativas de las personas. No mucho tiempo después, viendo una fenomenal película titulada Cramer contra Cramer -he de confesar que me emocionó- reflexioné en la línea de aquel filosofo cuestionándome si no sería cierto que el enfrentamiento entre los humanos respondiera a una necesidad vital de autoafirmación. Si así fuera, la naturaleza humana estaría tocada mucho más de lo que a primera vista se puede apreciar.

Para muchos la experiencia de los aconteceres puede que les lleve a considerar a todo hombre, salvo que demuestre lo contrario, un enemigo, un opositor, un sujeto con quien más pronto o más tarde surgirá el conflicto de intereses encontrados; la visión pesimista, algunos me dicen que realista, de las relaciones interpersonales. Es cierto que la contemplación de los noticieros invita a concluir de forma tan negativa, pero la radiografía de la sociedad afortunadamente no está en la noticia, ya que lo normal habitualmente no constituye noticia.
Mi reflexión, por tanto, no intenta analizar si la sociedad realmente es violenta, ni sus causas, sino tan sólo si corresponde a la naturaleza humana la confianza o la prevención ante cualquier otra persona. Por descontado se da que la personalidad de cada uno es influenciada por la enormidad de experiencias propias desde la niñez, que conducen a formas sicológicas más temerosas, más desconfiadas, más introvertidas o, por el contrario, abiertas y confiadas, quien encuentra en cada persona un amigo.
Para quienes pensamos que la naturaleza humana es un sustrato real, que determina tanto o más que los acontecimientos, la consideración de la esencia de la relación humana configura en gran parte la expectativa de mayor o menor confianza. En función de la atribución al fin social que se dé a la relación humana, así será predicada su fundamentación y necesidad. Si el hombre es social por naturaleza, la relación es una necesidad esencial, y por tanto condición primaria de su ser. Ser social por naturaleza supone la necesidad de la relación para alcanzar su fin propio, por tanto la relación entre personas, es un bien necesario. Los factores que faciliten la relación se podrán considerar accidentes favorables y los que la dificulten, accidentes perturbadores. Entre los primeros se encuentra la confianza, o sea, el grado de expectativa de que la relación va a cumplir su objetivo natural: producir mutuamente un bien para las partes, el bien común.
En nuestro tiempo se aprecia que las personas o sociedades más necesitadas son las más confiadas, las que consideran a la otra persona como un bien con el que mutuamente nos podamos ayudar. Por el contrario, las sociedades más desarrolladas, en las que comienza a primar el individualismo autosuficiente, la confianza se ha degradado en la medida que cada persona no contempla en las que le rodea el sujeto con quien consigue el bien común, sino que el mismo radica en una superestructura social que es el Estado.
La pérdida de esa confianza del hombre en el hombre individual con quien convive, supone una lacra en la medida que destruye algo que en él es por naturaleza, y un empobrecimiento para la sociedad.
En Cramer contra Cramer esa imagen de las consecuencias de la confrontación del hombre con el hombre queda patente, y constituye un simple reflejo anecdótico del mucho mal que para todos se deriva de articular la relación humana en la desconfianza y la violencia, y no en la solidaridad y la comprensión.