METAFÍSICA DEL CONSUMO
En algunos ambientes se trata al consumo como si fuera un efecto de la sociedad moderna, cuando el consumo hay que situarlo en la primera relación del ser vivo con el entorno, y en el caso del ser humano desde su primera actividad de supervivencia, anterior a la misma agrupación en sociedad. Esa peculiaridad del consumo hace que del estudio de la naturaleza del mismo como relación entre el ser vivo y la materia se puedan obtener criterios de valor universal para su aplicación en todos los órdenes en los que considera; como son el comercio, la economía, el hábitat, la sostenibilidad, la sobriedad, la solidaridad, etc.
La primera aproximación a la esencia del consumo se fija en que su caracterización fundamental es la de constituir relación entre dos entes o seres distintos, en los que uno sirve de objeto a una necesidad, apetencia o capricho del otro que se configura en esa relación como sujeto o receptor del objeto. Cuando interviene en esa relación un ser humano, se le suele considerar como sujeto, aunque ello no sea exacto, pues el ser humano también es objeto de consumo de otros sujetos, como pueden ser animales o parásitos, e incluso ser objeto para otros seres humanos bajo distintas formas de consumo; en cualquier caso si en la relación interviene la persona humana como sujeto se considera "consumo humano" o "consumo social", aunque permanece la salvedad hecha de que existe consumo aun cuando el hombre viva en aislamiento social.
La razón del consumo para el sujeto se puede considerar exigencia natural cuanto su supervivencia precise añadir, según su forma de ser, elementos ajenos a sí para poder seguir siendo. Así, las plantas consumen oxígeno y minerales de la tierra; los animales y el hombre: agua, vegetales y miembros y órganos de otros animales. En esos casos el sujeto esta determinado a consumir el objeto como un fin necesario, creándose una relación de consumo en las que el objeto pueda avenirse según su esencia a ser consumido, como una relación de servicio, o no, configurándose en este caso una relación de obligado dominio por parte del sujeto consumidor. Si el sujeto no está determinado a consumir el objeto como un fin necesario, sino optativo, la relación que puede establecerse contra la disposición del objeto a ser consumido será siempre de voluntario dominio.
Cuando la inducción del consumo por parte del sujeto no es de exigencia natural para la supervivencia, sino simplemente enriquecedora para el ejercicio de sus potencias y fines, puede establecer relaciones con objetos materiales o inmateriales; con estos últimos su consumo será siempre como una relación de servicio, ya que por su inmaterialidad no merman al ser consumidos, antes al contrario parece que todos los objetos inmateriales tienen como forma de ser la de difundirse, cooperando a realizar es forma de ser la de ser consumidos sin consumirse; ejemplo de ello puede ser la cultura. Cuando la relación del sujeto es con objetos materiales, la relación casi siempre se formaliza como una relación de dominio si el objeto es transformado perdiendo su forma propia de ser; no así si la relación de consumo mantiene el ser incólume y sirve a algún fin propio de su forma de ser, en cuyo caso las relaciones son de servicio; como, por ejemplo, los insectos que liban el néctar de las flores y sirven al tiempo a la polinización de las plantas.
Cuando los objetos materiales son insensibles podría objetarse la incorrección de considerarles inclusos en una relación de dominio, porque no cabe sentirse dominado quien no siente. Aunque el objeto no sufra la condición de dominado, no por ello el sujeto deja de dominar a su voluntad en la relación de consumo, pudiendo ser esta más o menos ética no sólo respecto al objeto material consumido, sino a la afectación del orden natural del hábitat global respecto a las reservas de elementos materiales y su influjo en el equilibrio ambiental.
En lo expuesto anteriormente se considera que el sujeto del consumo es quien padece una necesidad que le mueve a obrar buscando la relación con los objetos que le puedan satisfacer. Pero entre las dos partes de la relación de consumo cabe que sea el objeto consumido el que cree la necesidad de ello al sujeto, de modo que la relación la induzca el objeto sobre el sujeto, incitándole a consumir con un ejercicio de la manera de ser entre de ambos que engendre la duda de si es el sujeto el que consume al objeto o viceversa. Esto ocurre con mucha frecuencia cuando el consumo que se realiza no está vinculado a las necesidades vitales del sujeto. Cuanto más superfluo es el consumo más posible es que sea inducido por al objeto, entendiendo éste no sólo por la cosa directamente consumida sino también por quien la idea y comercializa con el fin de obtener un beneficio derivado de la relación de consumo. Desde esta perspectiva el objeto también puede determinar la relación como de dominio si por cualquier medio se propone como fin crear un hábito de necesidad en el sujeto que condicione su voluntad física o psíquica a la dependencia en el consumo.