CAUSA DEL BIENESTAR
El bienestar no es gratuito. La lenta historia del progreso de la humanidad muestra que la mejora en las condiciones de vida siempre se ha seguido del esfuerzo de un grupo de personas por dominar los recursos naturales y ponerlos el servicio de su bienestar. La elaboración de armas de caza, la habilitación de refugios donde guarecerse, el mantenimiento del fuego, la construcción de barcas, domesticar animales, la agricultura, la cerámica, las migraciones y demás y sucesivos desvelos del hombre para sobrevivir y mejorar sus condiciones de vida mantienen dos constantes: El ejercicio de una creatividad y de una laboriosidad; ambas, en armónico desarrollo por un colectivo social, se pueden considerar como causas de su bienestar.
Con el transcurso de los siglos la inteligencia creativa ha progresado, apoyada en la poderosa memoria del ser humano, estructurando el conocimiento sobre la ordenación de la experiencia, de modo que cada innovación no sólo sostenía y mejoraba las anteriores, sino que racionalizaba la causa abstracta que generaba el progreso, instituyendo con el compendio de esa inquietud creativa la ciencia.
Así como la ciencia crece de modo exponencial por la múltiple aplicación de cada recurso, la actividad laboral ligada al esfuerzo personal ha crecido mucho más lentamente, porque aunque cada idea ofreciera miles de aplicaciones posibles, su efectiva realización ha dependido siempre de la capacidad para elaborar esas posibilidades, durante muchos siglos dependiendo de modo exclusivo de la fuerza humana o animal, y sólo muy lentamente incorporando maquinaria y medios auxiliares.
La modernidad, como se entiende en la actualidad, supone un periodo de tiempo muy pequeño respecto a la historia de la humanidad, en la que la influencia de la ciencia y la técnica parece haber desplazado la trascendencia del trabajo humano sobre el desarrollo y el progreso. El bienestar en el que se nace en algunos entornos sociales parece que justifica por sí solo que sea la tecnología quien genera el progreso como una causa natural, relegando la consideración de la necesidad de la aplicación del esfuerzo humano, que llega a concebirse como una conveniencia social y no como una absoluta necesidad. Esta mentalidad de relativización el trabajo humano pone en peligro no sólo el progreso, sino el mero sostenimiento del bienestar alcanzado.
Lo que el progreso aporta al trabajo humano es la racionalización de su esfuerzo, al menos si se interpreta así la evolución de la actividad manual a la intelectual, pues este genera un agotamiento por estrés que puede superar al cansancio muscular. La variación de las formas de trabajo no disminuye su trascendencia y necesidad, antes al contrario exige una preparación continua del trabajador para adecuarse a la evolución de la tecnología, que no se desarrolla por ella misma sino de acuerdo a la dirección de la mente humana. No obstante, parece que a pesar de las grandes transformaciones en el ámbito de la producción, siguen existiendo muchos sectores, como el de los servicios, donde la actividad manual continúa vigente, al menos mientras llega su posible sustitución por robots.
Así como el bienestar ha sido consecuencia en el pasado del esfuerzo humano, atender la demanda de mayor nivel de bienestar en el porvenir prevé una evolución del trabajo en dos aspectos: Que será más intelectual y habrá de ser mucho más preciso. La ayuda que presta la tecnología repercute en una mayor exigencia de responsabilidad sobre la dinámica laboral, ya que la mecanización y la computación facilitan multiplicar la producción, pero también las consecuencias de cada error sobre tantos efectos como puedan ser producidos, por lo que la exigencia de calidad en el trabajo deba ser cada vez más exigente, lo que genera dedicar más tiempo a la preparación y más rigor en el ejercicio profesional.
El bienestar continua ligado al trabajo como su causa, y proporcionalmente proceda más de una actividad intelectual que manual se transferirá en gran parte la repercusión del esfuerzo de la estructura oseo-muscular al sistema nervioso-neuronal.