PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 83                                                                                     NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2015
página 10

CONQUISTA DE PAREJA

 
En la sociedad contemporánea aún perviven las dos corrientes más comunes por las que las parejas se unen: Una es la que proviene del ganarse la atención y afecto de la otra persona mediante un trato libremente consentido; otra, la que formaliza las parejas en función de tradiciones familiares o culturales. En la primera prima la libertad; en la segunda, la conveniencia. Lo que sociológicamente se viene constatando es que la estabilidad de la familia resulta bastante ligada a seguir la corriente adecuada a la civilización de la que se proviene y en la que se ha de vivir; ello quizá resulte de la extensión en el tiempo de las responsabilidades de familia que requieren mucha estabilidad emocional, siendo más fácil de configurar según las referencias en las que cada persona se ha criado.
Cuando la pareja viene designada por circunstancias familiares o sociales, la disposición de cada miembro de la pareja es de asimilación y adaptación, una vez que se ha prestado voluntariamente consentimiento, lo que supone un grado de aceptación y tolerancia que se va consolidando según se desarrolla la relación.
En el caso de elección libre de la pareja, entran más variables, pues de esa libertad de ejercicio se desprende la consideración de cada parte respecto a la iniciativa de haberse ganado la admiración de la parte contraria. Surge la satisfacción, a veces verdadero placer hedonista, de la propia capacidad de seducción, que aumenta la autoestima proporcionalmente al detrimento de la consideración de la parte seducida. Como se trata de una sensación personal, perdura en la mente tanto como la relación, con el peligro de progresivo desencanto cuando la otra parte se muestra igualmente convencida de la iniciativa de la seducción.
Consensuar en razón la mutua seducción sigue más la lógica de una relación que perdura en el tiempo, pues la reconsideración en el tiempo de ser la parte más pasiva potencia la ansiedad de reinventarse con otra relación más activa, reconociendo como causa del distanciamiento sentimental anterior el adolecer propio de ceder a la seducción. El seductor también introduce una causa de inestabilidad emocional en la pareja, porque quien lo admite potencia el deseo de ejercerlo como un hábito que no debe ser perdido, provocando de continuo celos fundados o imaginarios que perturban la relación de pareja.
 

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