PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 84                                                                                     ENERO - FEBRERO  2016
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SECTARISMO POLÍTICO

 
En la actualidad, cuando en política se habla de sectarismo una gran mayoría de las conciencias vuelan a considerar el contexto de países o culturas donde la religión o las tradiciones imponen la horquilla de libertad de pensamiento a los que pretenden ejercer cualquier rango de actividad política. Sin embargo, el sectarismo en política tiene una presencia mucho más común, ya que desde hace siglos la sectorización de la sociedad en camarillas, partidos políticos o grupos de presión no sirven sino a intereses tan sesgados de la parte de sociedad que se agrupa en la que no cabe sino admitir que procuran fines sectarios, a veces más espurios que ideológicos, pero siempre al servicio de un núcleo concreto del grupo que mantiene invariables la causa de ser del mismo.
La defensa moral que el mundo contemporáneo realiza de la democracia como poder del pueblo parece que debería haber disuelto la presencia del sectarismo en la sociedad, pero la realidad es que no ha hecho sino institucionalizarlo. Ahora el sectarismo lo identifican los partidos políticos, o sea los grupos asociativos que legalmente están autorizados para competir en la lucha por la representación ciudadana para el ejercicio del poder.
Podría parecer propio de la democracia que los partidos se pusieran al servicio de la ciudadanía para realizar la función institucional de representación de la evolución ideológica de las sucesivas generaciones, pero en muchos casos el objeto de los partidos no está en secundar la creatividad social, sino en lo contrario: mantener idearios al servicio de los intereses de quienes, de cara o en la sombra, detentan el poder real de esas instituciones. De modo que los partidos no se dirigen a trasmitir las inquietudes de los representados, sino a difundir en ellos las invariable consignas fundacionales.
Cuando falta un sistema democrático libre y trasparente tanto para elecciones a los cargos internos del partido como de primarias para designar a los representantes autorizados en las listas electorales a cargos públicos, no está garantizada la renovación de las ideas y por tanto la apertura del partido a las nuevas generaciones de los que no se someten a la disciplina de los cargos consolidados. Ese control de la institución que se empeñan en sostener los veteranos de la política, exigiendo el sometimiento a las ideas y formas tradicionales, hace que muchos partidos hagan de la política una disciplina que, como acostumbran las sectas, se sostiene en principios irrenunciables de un sistema que, cuanto más satisface los ocultos intereses de los patriarcas, más se distancias de la realidad social que colma las expectativas de los ciudadanos. No hay que olvidar que los nuevos tiempos conllevan un dinamismo de cambio paralelo a la velocidad de la transformación de la tecnología, de la información y del conocimiento, pero sobre todo del deseado control de los ciudadanos sobre las instituciones; lo que en decenios pasados se confiaba a la fidelización ideológica a los líderes, actualmente está evolucionando a que sean éstos quienes hayan de justificar su fidelidad al pensamiento mayoritario de sus votantes.
 

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