PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 84                                                                                     ENERO - FEBRERO  2016
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EL LIMITE PARA OBRAR

 
La aparente perfección del ser humano se encuentra limitada por dos factores: Su capacidad física y su capacidad síquica. Ambas han sido en gran modo compensadas por la acción de la ciencia y la técnica continuada de generación en generación, de modo que la limitación física ha sido superada en muchos aspectos mediante la aplicación de la ingeniería inventando máquinas que le permiten al ser humano obrar más allá de su capacidad natural; piénsese en la posibilidad de desplazarse a velocidades superiores a cien kilómetros a la hora. Su limitación síquica es igualmente ayudada por la transmisión del saber que facilita incorporar a la razón un compendio de significados sin tener que descubrirlos cada individuo desde su percepción y abstracción personal; cosidérese cómo el aprendizaje de un lenguaje facilita asumir el legado cultural.
Esta amplitud de la capacidad humana individual procede fundamentalmente de la comunicación intelectual para la que está dotada especialmente la especie, lo que no obsta para que cada individuo siga limitado en parte a obrar en razón de su conocimiento personal. Por lo que respecta a la limitación física cuando se nace es el entorno el que muestra qué ventajas le ofrece, pues los progresos de la ingeniería que están a su alcance no tiene más que cogerlos, sin apenas necesidad de comprenderlos salvo las normas elementales de uso. Así no es necesario saber los principios de la mecánica para utilizar un automóvil o una lavadora, ni de electrónica para hablar por un teléfono. Normalmente se piensa que no disponer de esos medios representa una limitación, pero más bien debe considerarse que es el disponer de ellos lo que libera de la limitación que determina la naturaleza humana.
Cuando se trata sobre la superación de la capacidad síquica, no se depende de disponer del instrumento material o no, sino de incorporar al conocimiento personal un sistema, cuya memoria y gestión van a estar ligados permanentemente a la voluntad personal de superación. Cuanto más se sabe va a permitir obrar más y mejor, pero en gran parte esa posibilidad de conocimiento va a depender del empeño en el estudio, el que a su vez también encuentra un límite en la capacidad mental de cada individuo.
Mientras la limitaciones físicas para obrar van a estar muy condicionadas por el entorno social en el que se nace, tanto en la capacidad de desarrollo industrial de esa comunidad como a la cohesión social que permita más o en menos el acceso generalizado a los bienes de producción.
Las limitaciones síquicas también dependen del entorno cultural en que se nace o crece, aunque las grandes diferencias dentro de cada comunidad las van a marcar cada día más las capacidades naturales para aprender, en cuanto más se facilita el acceso universal a la educación.
Dejar atrás a las menos personas en cada comunidad para tener acceso a los logros de la sociedad universal respecto a los límites para obrar es el principal objetivo que deberían fijarse las instituciones que proclaman la solidaridad. De esa extensión de los límites personales se deriva la posibilidad para trabajar, producir y progresar socialmente; pero ese progreso sólo es coherente si se proyecta desde un sistema de igualdad de oportunidades que permita del acceso a los bienes materiales e intelectuales que facilitan la superación a todos y cada uno de los ciudadanos, especialmente intensificando la asistencia de medios a quienes tienen diferenciadas negativamente las capacidades naturales.
 

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