CRITERIOS Y DEMAGOGIA
La demagogia en periodismo está en comunicar a los lectores los contenidos informativos en el contexto que más les halaga oír. Esto se puede realizar soslayando los contenidos y opiniones que puedan molestar a la clientela habitual o reiterando los que gustan escuchar. Esta tendencia, que algunos identifican como la coherencia propia de una línea editorial, se desarrolla en todo tipo de medios, tanto los oficiales dependientes del poder político --aunque este sea democrático--, como los particulares vinculados a esferas de poder financiero o mercantil; de tal manera que lo excepcional es hallar medios que tengan por principio y fin una información objetiva independiente, no sólo venciendo la presión del entorno, sino también practicando la catarsis personal de purificarse del gusto en el entendimiento con la clientela proclive.
Los criterios de una línea editorial no se justifican porque se sustenten en hechos ciertos --que deben serlo--, ni en la coherencia de falta de contradicción, sino en el análisis de las causas que propician cada acontecimiento junto con la crítica analítica del mismo. Es en el disimulo de esas causas donde muchos medios buscan la complacencia a su análisis, como si los hechos no tuvieran una génesis que los motivan; dado que la novedad de la noticia facilita acomodarla mejor al pensamiento propicio que la evidencia de las causas pretéritas cuyas responsabilidades ciertas limitan el margen de su distorsión.
La estructura que suscitan los acontecimientos se apoyan en cimientos que las sustentan, los que pueden concebirse desde distintos principios de entender la existencia. La coherencia de una línea editorial es la que utiliza los mismos criterios para fundamentar sus críticas, ya que se conciben esos criterios desde la apreciación de los contenidos de verdad que los justifican. La demagogia se vislumbra cuando esos principios se aplican con rigor diverso en función del interés que puede estar en juego cuando los acontecimientos divergentes provienen de las estructuras afines el clientelismo editorial. Como si la critica en el modo de obrar del conocido pudiera contaminar la credibilidad de los medios que la difunden.
La demagogia del comunicador suele ajustarse a la del sujeto político que critica. Mantienen en su raíz la común ausencia de disciplina a la verdad, que se genera porque la argumentación validante de cada actuación se justifica más en contravenir los criterios de la oposición que en justificar objetivamente las causas que los motivan. Esa tendencia a posicionarse en aceptar como bueno lo menos malo disculpa de profundizar en las causas la crítica con la que el periodista debiera ofrecer iluminadas las noticias al consumidor de información.
Lo que se sigue de la forma de actuar de los medios de comunicación se refleja en que la demagogia de los medios contamina el criterio de sus clientes, y el criterio de los medios desvela la demagogia de sus detractores. Quizá la cantidad y calidad del clientelismo sea la gran alarma que debiera alertar sobre los fines que mueven la conciencia de cada profesional de la comunicación.