PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 85                                                                                     MARZO - ABRIL  2016
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PAZ PERSONAL

 
Existen dos dimensiones particulares de la paz: Una, el nivel de paz con el que una persona se relaciona con el entorno; otra, el nivel de paz global al que cada persona contribuye. En uno y otro, la mayor o menor paz no depende de un único sujeto, sino del conjunto, o parte del conjunto, de quienes constituyen esa relación. También se puede diferenciar la paz externa y la paz interna, entendiendo por la primera la que invade las relaciones externas de cada persona, y por interna la que se dicta la propia conciencia. En cualquier caso, cada ser humano tiene responsabilidad en la construcción de la paz, desde el orden personal al global, porque como sujeto de relación puede decidir desde la justicia no invadir el derecho ajeno que lleve aparejado la perturbación de una relación. Además, cada persona puede y debe, mediante la rectificación, restablecer el derecho conculcado que impedía la paz en su relación con cualquier otro.
La paz es un valor que mide en gran parte la ética de los actos propios y ajenos. Si todo el mundo obrara con justicia y respetando el derecho ajeno, los conflictos que rompen la paz serían controlables, pero en cuánto se obra considerando el propio interés sobre el ajeno se contaminan las relaciones sociales del dominio de unos sobre otros, que es lo que perturba la paz, porque el dominado se revela exigiendo con la determinación de su fuerza la neutralización del dominio, y se llegue o no al enfrentamiento su mera posibilidad ya perturba la paz de unos y otros.
El carácter de cada persona influye en gran manera en predisponer al pacifismo o a la agresividad, pero es en la conformación de la personalidad donde realmente se configuran las conciencias belicistas, ya que es en ella donde la inteligencia y la voluntad urden las decisiones que generan la alteración de la justicia. Por el carácter se es más ecuánime o más iracundo, pero ello más que alterar la paz lo que conlleva es una alteración pasajera del orden en la relación, pero no necesariamente constituye formas estables de dominio que contribuyan al conflicto social.
Aprender a gestionar las relaciones para que se desarrollen en paz es la garantía de que las personas estén preparadas no sólo para resolver sus conflictos personales, sino también para saber influir en la paz social, desde el círculo más próximo a los conflictos nacionales a los internacionales. Para ello es preciso adiestrarse en la objetividad, algo que no se percibe sino por la experiencia de la razonada evaluación de situarse mentalmente en la posición del propio y contrario interés.
Quien experimenta el beneficio de la paz que se sigue de la gestión correcta de las relaciones sociales en el entorno más próximo, tiende a proyectar esa experiencia en las más distantes en las que es partícipe, aunque sea de modo muy minoritario, como en la vida política, defendiendo las relaciones de justicia en todos los ámbitos de la sociedad, desde sus estructuras más fundamentales, sabiendo que la fuerza sólo es lícita para aplicarla de modo proporcional precisamente para neutralizar la acción de quienes pretenden imponer su dominio sobre las relaciones de servicio que deben estructurar la vida social.
 

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