PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 85                                                                                     MARZO - ABRIL  2016
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AMOR DE PAREJA

 
Uno de los sentimientos más preciados de la persona humana es el amor. Amar y ser amado ha sido considerado a lo largo de la historia, en todas las civilizaciones y culturas, fundamental para la realización plena del ser humano. No obstante ello, el amor es un sentimiento difícil de definir, y se escapa de entre las manos al discernir su consideración mental como actividad o pasividad, como dominación o pertenencia, como percepción o intuición, como objetividad o subjetividad, como sustancia o abstracción, como material o espiritual, etc. Por ser un sentimiento tan determinante en la vida, es muy posible su múltiple influjo bajo muchos aspectos, en los que según su uso prevalece una perspectiva de su consideración sobre las demás. En estas líneas, la referencia preponderante elegida es la del amor en la relación de pareja que configura familia.
Considerando los sentimientos humanos como respuestas mentales complejas a las percepciones sensibles, hay que admitir la intervención del entendimiento en la determinación de los actos que expliciten su realización, en el nivel de la conciencia creativa, cuya vehemencia sobre la voluntad en ejecutarlos caracterizará la pasión del influjo. El amor en la pareja es sentimiento y pasión; cuya causa material está en la atracción sensible de dos personas que genera el sentimiento que induce como causa final la satisfacción mutua derivada de la intensidad de la relación. Como la mayor satisfacción humana se identifica con la felicidad, el amor más perfecto será el que comunique felicidad, por lo que la relación de amor en pareja se justifica íntegramente porque cada uno comunique al otro felicidad. Teniendo en cuenta que las obras con las que cada uno procura su propia felicidad no se siguen de un compromiso de fin colectivo, sino individual, aunque se intercambien intereses cruzados, lo que precisamente caracteriza al amor es que cada parte se empeñe en hacer feliz a la otra, y de la suma de ambas intenciones se mejore la felicidad mutua.
Para el ejercicio del amor compiten en cada persona dos pasiones que a veces funcionan como contradictorias y a veces de forma complementaria: Facilitar la felicidad de la pareja y favorecer la propia. Funcionan de forma complementaria cuando el interés por satisfacer a la otra persona se reconoce como un bien propio al gratificar la vida en común; de modo contradictorio, las muchas veces que ocuparse en el otro impide dedicar esa atención a ocuparse de sí mismo. Por eso el amor en pareja funciona cuando existe correspondencia, de modo que se equilibran los desvelos de cada uno por el otro, o sea, cuando el amor es correspondido porque ambos se proyectan en hacer feliz a la otra parte; así que cuando sólo uno en la pareja está realmente enamorado, más pronto o más tarde termina por deteriorarse una convivencia por el desequilibrio en la relación, ya que quien se preocupa por favorecer la felicidad a la otra parte, al no ser correspondido de la misma manera se inclinará a compensar su propia felicidad interesándose paulatinamente más en sí mismo.
Aunque la teoría se pueda aceptar como un buen propósito de comportamiento, hacer realidad cada parte el amor en pareja presenta bastante complejidad, ya que el secreto para conseguirlo exige aprender qué es lo que hace feliz al otro. Lograrlo exige conocerse bien, muy bien, cometido que tiene que abordar el entendimiento. Ello exige observar permanentemente las sensaciones, sentimientos, afectos y aficiones cada uno de la personalidad de la otra parte, sin juzgarla, sino sólo para discernir lo que pueda satisfacer y lo que pueda contrariar, para obrar consecuentemente a favor de la corriente de la satisfacción que facilita la felicidad.
Cuando existe falta de entendimiento en la pareja sobre la realidad del amor que se profesan suele ser bien porque alguno, o los dos, no ha profundizado en conciencia sobre esa realidad; se puede convivir perfectamente como buenos compañeros pero sin implicarse cada uno en la felicidad del otro, pero eso realmente no es amor, pues sin la consideración en conciencia de la realidad de ese sentimiento difícilmente se puede progresar en su aplicación. Existe un peligro mayor en la pareja que el mero complacerse en amarse lo justo, o sea, en no estorbar la felicidad de cada uno; ese peligro es el desamor, que se podría definir como sufrir por la felicidad de la pareja. El desamor es una pasión que crece --al tiempo que alguien se niega a reconocer su desapasionamiento amoroso-- porque se envidia que la otra parte de la pareja se sienta feliz y enamorada; la perseverancia de una parte en el desamor envenena progresivamente tanto la convivencia que suele imposibilitar la relación, a pesar de los vínculos familiares que puedan quedar vigentes.
 

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