PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 85                                                                                     MARZO - ABRIL  2016
página 10

BIEN HACER

 
Todas las autoridades asumen que lo que hacen es lo mejor para el pueblo, pero por más que esa pretensión se confunda con la realidad, lo que es cierto es que todo es mejorable y revocable cuando su aplicación no convenve a quien tiene poder, además de juzgar, de modificar. De hecho, la sociedad evoluciona en gran parte porque existe la crítica de lo que se establece en cada momento como lo adecuado, ya que cuando no satisface a unos pocos, capaces de cuestionarlo y presentar una alternativa, surge la competencia que moviliza a quienes tienen voz y decisión en favor y en contra del cambio para decidir. Lo habitual es que toda iniciativa aporta, pues casi siempre más queda de lo inicialmente ideado que lo que se aporta como modificación, pero, como estas aportaciones se pueden reiterar tantas veces como haya quien las proponga, poco a poco la evolución de la sociedad se constata como progreso.
El problema principal de que ese progreso no siempre se reconozca como positivo proviene de que las soluciones a los problemas no se hayan definido adecuadamente. Lo normal es que el problema sí se diagnostique con objetividad, por el análisis de las relaciones de servicio que transgrede, lo que evidencia el perjuicio social consecuente, pero cada solución a aplicar no deja de ser una tesis, pues a pesar de la posible experiencia anterior es posible que no se adapte a las nuevas circunstancias. De ahí proviene la necesidad de la crítica que exteriorice el grado de aprobación a las soluciones aplicadas.
Lo lógico es aceptar que la sociedad se perfecciona por la superación de los errores, desaciertos y desajustes, procediendo progresivamente a corregir lo desfavorable, pero siempre el progreso exige que haya quien tome la iniciativa para alterar una realidad ofreciendo una alternativa que a primera vista supere las deficiencias de lo anterior, lo que al menos evidencia la voluntad de superación, porque el drama de una sociedad radica en tener identificados sus errores y no saber o atreverse a corregirlos.
Todos los ámbitos de la sociedad: familia, trabajo, política, etc., precisan chequear su propia voluntad de progreso, para lo cual se hace necesario revisar las condiciones de sus relaciones internas y las necesarias rectificaciones a introducir. La certeza de la bondad de esas relaciones no puede justificarse en la rutina, sino del convencimiento crítico del bien en que están fundamentadas, y como todo bien es perfectible, no porque sus fundamentos no sean sólidos, es por lo que la realidad se mueve en constante evolución; y como predica un libro de la antigüedad: De todo cuanto mueve, lo que más mueve es la sabiduría (Sabiduría, 7,24).
 

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