FALLAS EN EL SISTEMA DEMOCRÁTICO
La más extendida a nivel universal de las acepciones del término "falla" refiere a las fracturas acaecidas en la corteza terrestre por esfuerzos tectónicos. Esas fallas son especialmente peligrosas cuando permanecen activas, pues generan efectos sísmicos de graves consecuencias. Esas fracturas en la estructura sustentante que supone la solidez de la corteza terrestre son debidas a las tensiones que resquebrajan la aparente inquebrantable solidez del suelo de la superficie del planeta. Lo característico de las fallas es que, por su condición interna y vertical, su conocimiento se percibe por sus efectos, lo que las distingue de otras formas deformaciones de la superficie del planeta, como la erosión o la desertización, cuyos causas y efectos sobre la superficie las hacen más perceptibles.
Utilizando instrumentalmente la metáfora de la falla como causa posible por quebranto de la solidez del elemento material sobre el que se cimienta toda la edificación del progreso material, se puede indagar cuáles sean las fallas que puedan incidir sobre la solidez del sistema democrático como referencia de la confluencia legítima de la voluntad de autogobierno de la sociedad. Considerar la democracia un sistema de autogestión político social supone concebirlo como una estructura de relaciones en la que cada una de ellas cohesiona el sentido mismo de su configuración, así las relaciones horizontales de homogeneidad popular legitiman las verticales de autoridad o poder por emanación desde las anteriores para gestionar unos pocos, en nombre de otros muchos, los nudos en que inciden intereses comunitarios.
Como la democracia no es una determinación natural, sino un sistema convenido por el pueblo, debe ser aprendido para ser estimado, especialmente en lo que corresponde a la libertad y soberanía personal, al respeto mutuo, a la solidaridad, al estado de derecho y a la correspondencia entre deberes y derechos ciudadanos. La democracia, como todo sistema, precisa reconocerse para sostenerse. De la estimación de sus principios se sigue la coherencia en las relaciones sociales y la prioridad de las relaciones horizontales sobre las verticales para integrar a todos los ciudadanos, sin excluir a nadie en el derecho, en la consecución de los objetivos del sistema.
Los peligros que acechan al sistema pueden ser superficiales, como la corrupción, la contestación antisistema, el delito común, la defraudación financiera o la insolaridad laboral. Estas formas de ataque a la convivencia democrática son tanto más o menos reconocibles como actúen sobre relaciones superficiales de la sociedad, y por tanto proporcionalmente corregibles desde la misma estructura de seguridad del sistema.
Existe un peligro más latente pero mucho más dañino para la democracia, y es el que se asimila a las fallas geológicas, que corresponde con aquellas costumbres que conviven dentro de la comunidad democrática practicando y transmitiendo la legitimidad del ordenamiento vertical del poder, por el cual unas personas se abrogan autoridad sobre las demás fundada en esencias ideológicas y justificada en la eficacia del rendimiento. Su efecto dentro de la sociedad democrática es contaminante, pues quien se educa en esas formas autoritarias tiende a aplicarlas a todo su ámbito de existencia combatiendo la igualdad de responsabilidad que exige la democracia. Piénsese en las sectas, lobbies, bandas, mafias, maras, y cualquier otra organización de estructura patriarcal o autoritaria que exige sumisión a una autoridad que no es elegida ni representa los legítimos intereses de los adeptos. El doble juego que en muchas ocasiones practican esos grupos es peor que si actuasen en guetos dentro de la sociedad, porque se valen sus concéntricos círculos de poder de los recovecos legales de las leyes democráticas para amparar el anonimato con el que actúan en organizaciones que violentan los derechos fundamentales ciudadanos.
A veces se acusa a la democracia de un igualitarismo horizontal que no es consistente con una sociedad heredera de una estratificación social, y desde esa premisa se aprueba la existencia de grupos reaccionarios capaces de involucionar el sistema. Debe tenerse en cuenta que la democracia defiende la igualdad en la responsabilidad, pero ejercida en la diversidad de la posición social que cada uno alcanza en la vida. Lo que sí favorece es la igualdad de oportunidades para que todos puedan lograr satisfacer sus propias aspiraciones, algo que parece que en la condición humana sólo se puede lograr si existe una verdadera representatividad que fomente los esfuerzos por lograrlo y corrija las ineficiencias que lo impiden.