PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 86                                                                                     MAYO - JUNIO  2016
página 6

POPULISMO

 
Ha surgido en los albores del nuevo siglo un movimiento ciudadano que, como una pacífica revolución, esgrime el derecho de los desheredados de la política a movilizarse dentro de las estructuras garantistas del sistema democrático para autogobernarse invirtiendo la estructura piramidal de poder. A esta nueva forma de entender la política se ha venido despectivamente a denominar "populismo", quizá inspirada en la despreciativa "populacho" con que en siglos anteriores se tildó la reivindicación del pueblo sometido. No deja de ser curioso que se elija esa denominación peyorativa por los mismos que enaltecen la democracia, cuya etimología es "gobierno popular", pero se inclinan en su acción de gobierno a una renovada versión de la vieja aristocracia.
Por encima de la causticidad crítica, esta nueva irrupción de participación política parece que se sigue de la demanda de proximidad de la gobernanza a los anhelos de las frustradas nuevas generaciones de cualificados profesionales. El populismo puede que sea producto de la rebeldía de la joven ciudadanía a secundar el dogmatismo político de doctrinas y partidos incapaces de hacer trascender hasta las capas medias y bajas de la sociedad la prosperidad del desarrollo.
La percepción ciudadana de que el gobierno global se desliza hacia el dominio de la automatización de las decisiones programáticas emanadas del poder financiero compite con la pervivencia del ideal de una gestión humanizada de la sociedad. El control que las compañías anónimas multinacionales extienden sobre la economía real del pueblo induce no sólo a pensar que el hombre es para el trabajo y no el trabajo para el hombre, sino también que el fin justifica los medios. Así, los programas económicos que los gobiernos asumen de obligada gestión se conciben en función de lograr unos objetivos finales que ignoran el sufrimiento que los medios precisos para alcanzarlos dejan como daños colaterales sobre las personas que los han de padecer. Neutralizar la desajustada distribución de la riqueza que se crea, extirpar la corrupción política y empresarial, defender la independencia judicial y sostener los sistemas de protección social parece que sean motivo suficiente para movilizar a los ciudadanos desencantados a organizarse frente a quienes desde la pragmática sostienen la irreversibilidad del sistema hacia criterios alternativos.
El peligro del populismo radica en recrearse en la oposición ideológica al socialismo, al liberalismo o al conservadurismo, sin fundamentar esa oferta alternativa en una filosofía coherente con las convicciones éticas y morales de la nueva sociedad. Superar un marco de relaciones de dominio por relaciones de servicio exige la complicidad activa de las personas que lo promueven a obrar con la rectitud moral intachable que avale el proyecto que se ofrece a los ciudadanos, y para ello no basta la denuncia de la injusticia, sino que se precisa la capacidad de justificar las condiciones de verdad que garantizan las proposiciones alternativas. Se acusa al populismo de vender un orden utópico irrealizable tanto en su verosimilitud objetiva como en la incapacidad subjetividad de ofrecer los equipos profesionales idóneos para realizar ese programa; su consolidación, por tanto, depende más en no defraudar expectativas que en ofrecer un efímero éxito, si se perece en la incapacidad de gestionar el propio ideario. Tomarse para sí la nueva generación la responsabilidad del cambio está muy ligado a la coherencia social de trabajar desde cada ámbito de la sociedad asumiendo el respeto a los principios de la legitimidad de una justicia que motive la exigencia de la norma legal.
Frente al pragmatismo actual de los gobiernos que legislan bordeando el auténtico sentir mayoritario de la sociedad, consintiendo a los poderes ocultos que auspician la carrera armamentística, la corrupción fiscal, el fanatismo religioso, la contaminación ambiental, cabe un populismo que reacciona contestando desde los principios de la filosofía social; pero también la historia muestra cómo otro populismo violento, que hace bandera de las expresiones de dominio, ha protagonizado irreparables aventuras de dolor para la humanidad.
 

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