FILOSOFÍA EN LA EDUCACIÓN
Esa tarea universal de transmitir, de generación en generación, el legado del conocimiento recibido, así como la sistemática apropiada para su aplicación, es lo que se conoce como educación; que abarca propiamente la enseñanza de los hábitos para facilitar la comprensión de los conceptos, como el conjunto de cuanto se considera valioso para la vida. En esa tarea se aprecia en los últimos tiempos una preferencia por los contenidos técnicos y científicos que por los meramente humanistas. En concreto, en muchos países se relega el estudio de la filosofía, no sólo en cuanto contacto con la historia de su pensamiento, sino incluso en lo trascendente de su aportación a la forma de aprender.
Uno de esos contenidos que se obvia es lo relativo a la causa del qué y por qué aprender, frente a documentar continuamente contenidos nuevos a memorizar. La diferencia está en que lo que se percibe por los sentidos lo procesa cada persona según su propia forma de ser, priorizando unos matices sobre otros y formando abstracciones individualizadas a cada personalidad; no así muchas veces en la enseñanza, cuyos contenidos suponen un gran esfuerzo de abstracción para configurar imaginaciones sin referencias personales de aprehensión.
La relegación del bagaje filosófico en la enseñanza puede producir que en la elucidación de la función entre las causas y los efectos que explican el origen y desarrollo de los elementos de la vida se relegue a la causa eficiente en favor de la causa material y la causa final. De este modo la enseñanza redundará sobre el pragmatismo de la transformación material entre la base que genera el cambio y el fin que motiva la alteración. Si a esas causas se añade la causa eficiente, aumenta considerablemente la perspectiva creativa por la que se aprende no sólo cómo evoluciona la existencia, sino cómo se puede inducir esa transformación.
Incorporar desde los primeros pasos de la educación la ilusión al educando por el reconocimiento de la propia inventiva facilita la comprensión de la libre intervención de los seres humanos para construir responsablemente su entorno de vida. El respeto a las libres elecciones para los juegos, las aficiones, las artes, el ocio, los amigos... son el fundamento de las futuras preferencias en la profesión, la vida familiar, el idealismo, la sociabilidad y en general los valores que su iniciativa e intuición eligen como el entorno propicio para la realización de su personalidad.
Cuando toda la educación se encauza desde el pragmatismo del interés de quien educa por la rentabilidad final que los efectos ofrecen como causa de atracción, se puede diseñar un futuro ideal, pero también en el camino se pueden cercenar los hechos diferenciadores que habrían enriquecido cada personalidad; en especial cuando se desprecia el valor de la creatividad humanística como forma de ser frente a quienes sólo auspician el interés material.