PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 88                                                                                   SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2016
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IDENTIDAD DE LA CULTURA

 
En occidente el término cultura ha adquirido extraordinaria relevancia en el último siglo. Parte de ese interés se debe al ensanchamiento de su campo léxico para acoger en su ámbito casi todo lo que compete al saber humano. Se habla de cultura científica, cultura literaria, cultura deportiva, cultura religiosa... o sea, que todo lo que cabe en el conocimiento puede ser asimilado a la cultura de cada individuo. Así el Diccionario de la Real Academia Española define: cultura: Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico (edición 2001). Esa identificación de la cultura con el conocimiento, con el saber, faltaría al rigor si no distinguiera como objeto propio de la cultura la especificidad del conocimiento intelectual frente al conocimiento sensible.
La etimología del léxico romance cultura deriva de la raíz léxica latina cult, (cultor, cultior, cultura, cultus) que refiere a la aplicación de cuidar y cultivar, bien de forma instrumental (culter: cuchillo) o de forma objetiva (cultio, cultus, cultura: cultivo), siendo especialmente esta última acepción la que tendrá relevancia para derivar el término cultura de las lenguas romances. Conviene hacer notar que según la raíz la carga léxica del latino cultura no refiere originariamente tanto al ejercicio manual de la agricultura, sino al arte del cultivo como creatividad intelectual del ser humano sobre las posibilidades que brinda la naturaleza.
La identidad de la cultura dentro del saber intelectual puede especificarse en la aportación de originalidad que se sigue de la creatividad intelectual. El saber es un concepto mucho más amplio, pues en él cabe desde las enumeraciones distintivas que los minerales, vegetal y animales, la memoria de los hechos acontecidos a lo largo de la historia, los accidentes geográficos o los nombres de los deportistas famosos. Saber es el conjunto de los actos de conocimiento que posee una persona o una colectividad. Por cultura, en cambio, debería rescindirse al conjunto de los contenidos creativos que posee la mente en cuanto creativos; o sea, la intuición intelectual que crea una forma o aplicación desconocida hasta entonces. Así incluso la descripción científica y muchos contenidos del sentido común, que tanta sabiduría encierran, quedaría al borde de la cultura. Por ejemplo, retornando a la etimología latina, la percepción de las distintas especies vegetales por sus formas o frutos puede considerarse previa a la consideración de la cultura; sin embargo los descubrimientos respecto a la función de las semillas, su forma de cultivo, su rentabilidad... es lo que configura la noción de la misma.
Esa acotación de la cultura como resultado de la creatividad intelectual hace que el conjunto de las recopilaciones y abstracciones mentales derivadas del conocimiento sensible no deban considerarse cultura. Es precisamente en la segunda articulación del conocimiento sobre las ideas mentales donde el juicio racional intuye las posibilidades creativas sobre las formas de esas ideas, operando sobre sus partes reales o ilusorias, combinando objetos de distintas ideas, o ideando formas imaginarias alternativas a las reales, siendo  precisamente esa capacidad intelectual de recrear la existencia la que justifica la identidad de la cultura.
La cultura no determina el modo de ser humano --ya que el hombre inculto realiza igualmente ese modo de ser--, sino que su forma de ser determina la realidad cultural y su manera de comportamiento la compendia. En la cultura el hombre no descubre su habilidad, sino su progreso. Se puede concluir que la cultura en sí no es un fin, sino un medio esencial del  propio reconocimiento de la condición intelectual del ser humano.
 

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