PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 88                                                                                   SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2016
página 6

TRANSGÉNICOS

 
El desarrollo que la ciencia biomolecular ha tenido en las últimas décadas ofrece muchas posibilidades de aplicación en favor del hombre. Una de esas aplicaciones se deriva de la rama concreta de la genética que se aplica en descifrar las secuencias de sustancias, relaciones e influjos que se dan en el núcleo de las células de los seres vivos. En ello la investigación a descubierto el factor determinante de los genes en el comportamiento del ser vivo, así como las consecuencias positivas y negativas de la mutación o cambio de un gen determinado respecto al modo de comportamiento del desarrollo de la vida.
Las mutaciones genéticas han sido descubiertas por los investigadores porque ha sido observada su existencia real en las células de los organismos de la naturaleza, por lo que esos cambios y mutaciones pertenecen a su la misma esencia natural, posiblemente para facilitar su viabilidad y supervivencia en circunstancias hostiles a la vida. Que existan genes que condicionan el comportamiento accidental de un ser vivo habilitándolo para determinadas actitudes supone conocer marcas específicas de capacidad de obrar y por ello de alcanzar un fin más perfecto para cada forma propia de vivir.
La aplicación que los científicos has encontrado en la modificación genética para mejorar el rendimiento de los alimentos han puesto en alerta a sectores concienciados con el conservadurismo naturalista respecto al peligro que para el cuerpo humano puede entrañar el consumo de alimentos modificados genéticamente, los reconocidos como transgénicos, ante la posibilidad de que esas transformaciones puedan derivar en consecuencias insanas por el efecto derivado en la genética humana. Trastocar la estructura interna de las células de los alimentos supone modificar en parte la confianza acrisolada por siglos de la bondad de los nutrientes naturales del consumo humano; aunque contra esa prevención cabe contraponer la certeza de que muchos de esos alimentos mutan genéticamente para adaptarse a las condiciones ambientales de donde son cultivados. De algún modo los científicos partidarios de la transgénicos justifican su trabajo en que lo que hacen no es más que interpretar las leyes de los cambios naturales para propiciar una rentabilidad demandada por la política alimentaria de sociedad.
Es muy probable que la disputa entre prevencionistas y prospectivos no esté en decidir sobre si transgénicos alimentarios sí o transgénicos alimentarios no, sino en la seguridad científica respecto a qué modificaciones genéticos son seguras para la salud y cuáles dudas deben ser resueltas previamente a la comercialización de esos productos. No es lo mismo, por ejemplo, que las modificaciones en un producto alimentario afecten sólo a accidentes como el color o la forma, o que modifique las condiciones nutrientes, aunque ello sólo sea de forma colateral al procurar mejorar el rendimiento de las cosechas, adaptando genéticamente la planta a condiciones especiales de riego, temperatura o proceso de maduración. En cualquier caso es imprescindible, además de la garantía de seguridad de la autoridad sanitaria, la información al consumidor del alcance de las modificaciones aplicadas a los productos, en especial a las variaciones de contenidos de minerales, proteínas, grasas, etc. que los diferencie del producto tradicional, para que el consumidor tenga libertad de elección entre una variante u otra.
 

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