PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 89                                                                                   NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2016
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DEFENSA DEL DÉBIL

 
Aunque la mayor parte de los ordenamientos jurídicos contemplan la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, para que ello se pudiera llevar a la práctica se precisaría la equiparación de medios para alcanzarlo, cosa que ninguno de los sistemas políticos hasta ahora puestos en práctica se ha mostrado eficaz. El caso es que en la sociedad coexiste el débil, por razones de educación, de salud, de género, de exclusión social, de pobreza, de edad, etc., quienes no poseen recursos para compararse a los potentados en el ejercicio de la defensa de los derechos, muy especialmente cuando han de enfrentarse a los poderes institucionales, compañías mercantiles, lobbys, administraciones públicas, etc. Para enmendar esa deficiencia históricamente has surgido ayudas de benefactores altruistas, instituciones piadosas, o agrupaciones colectivas de trabajadores, artesanos y similares; más recientemente han surgido entre las conocidas ONGs algunas con fin específico de ayudar a los débiles y necesitados allá donde los haya.
Lograr equiparar la defensa del débil a la de los poderosos es un objetivo utópico, ya se lo proponga la administración pública o la iniciativa privada, porque en el dominio de los medios siempre va por delante quien posee recursos para ponerlos a su servicio. Conseguir ese equilibrio supondría de hecho una sociedad igualitaria, para la que aún no parece haber quien haya acertado en su diseño. No obstante, como la solidaridad y la ética se reivindican a sí mismas constantemente como fuentes de inspiración de la renovación social,  cabe admitir la disposición ciudadana para que la defensa del débil se incorpore progresivamente en la conciencia social como una tarea urgente de mejorar.
Existen dos formas de actuar en favor de la defensa del débil: La de ciudadano a ciudadano, que es el apoyo más recurrente para solventar cada acción concreta, y la de ciudadanos a ciudadanos, por la que los colectivos se movilizan para denunciar la indigencia social o moral de otros colectivos. La primera se equipararía con los antibióticos o analgésicos, y la segunda con las vacunas; todo lo que se vaya logrando de eficacia con la segunda tenderá a paliar la necesidad terapéutica que exige recurrir a las primeras.
La ideología de toda ONG incluye la ambición de desaparecer por superación de la causa que la motiva, pero mientras no se realice la utopía tendrán que ejercer. Aparte de quienes en ellas voluntariamente trabajan, todo ciudadano pueden convertirse en una ong individual y personal, no sólo prestando ayuda directa al débil, sino saneando desde su responsabilidad profesional, sea cual sea, la conducta de dominio que subyuga la posición del débil. Téngase en cuenta que la mayor parte de las actuaciones a favor del débil obedecen a una reacción frente a una acción punible originada por otro agente. A partir del bullying escolar que se ensaña con los alumnos más débiles, hasta las actitudes despóticas de los políticos, pasando por la trampa comercial o el abuso de la posición de dominio de las entidades financieras, todo el abuso a los débiles tiene nombres y apellidos concretos de quienes se aprovechan de la debilidad natural o avenida. Denunciar y enfrentarse a esas actitudes supone en muchos casos visualizar y acabar con el callado sufrimiento de quien carece de recursos para su defensa.
Aunque la administración pública en algunos países haya creado la figuras como la del Defensor del pueblo y los asistentes sociales, lo cierto es que su eficacia es aún muy exigua, en muchos casos porque la burocracia hace naufragar los deseados ideales con que se promueven. No obstante, esos proyectos institucionales pueden ofrecer muchos logros si se promocionan por su eficacia dentro del sistema de protección social.
 

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