PRE-ÉTICA
La disposición interna del ser humano a obrar de una manera determinada suele ser reconocida como hábito. Dentro del hábito cabe distinguir la procedencia de actitudes reflejas y la que tiene origen en el uso de la razón, y aun entre los de razón se pueden especificar los que siguen normas de conducta adquiridas y aceptadas por la educación o en el uso de la costumbre y los que nacen de la inquietud intelectual por especificar la manera de ser.
En la conducta ética de cada persona, como en cualquiera de sus formas de obrar, interviene el hábito adquirido para facilitar obrar de un modo aceptado genéricamente por cada individuo, pues coopera la educación y el ejemplo recibido del entorno influyendo sobre la conciencia a obrar el bien en un conjunto de comportamientos. Además, la propia experiencia es fuente de otro conjunto de hábitos que se acumulan como consecuencia de la satisfacción intelectual del ejercicio del buen obrar. Muchas personas agotan en esas dos fuentes su comportamiento ético, conformando con ellas las exigencias de su conciencia, sin que se desarrolle un verdadero interés intelectual sobre los límites éticos de las responsabilidades de su forma de vida. Esa actitud pasiva y complaciente de la ética es una de la pautas que confinan el auténtico compromiso social.
La ética no debe ser sólo un hábito, sino fundamentalmente un valor que enjuicia todo el obrar, de modo que, aunque existan modelos de comportamiento verificados por la experiencia en que en ellos se preserva el valor, no se obvie el examen más profundo del posicionamiento personal ante otros aconteceres de la existencia. Para ello es necesaria la predisposición intelectual para satisfacer las interrogantes que disponen objetivamente a obrar el bien: ¿Por qué hacer el bien? y ¿cómo hacer el bien? En las respuestas a esas consideraciones previas se encuentra el compromiso operativo para no sólo hacer el bien según un esquema mental rutinario, sino de acuerdo a una actitud positiva de implicarse hasta donde antes no se consideraba preciso actuar.
La inconformidad de vivir la ética ajustada a los criterios impuestos por el modo común de obrar en el entorno social en el que se habita nunca es espontánea, sino que procede de una reflexión minuciosa cuya causa puede proceder tanto de la incongruencia moral, de la contestación social o de la comunicación en la cultura que despierta los anhelos de participación y responsabilidad. La tendencia social se inclina habitualmente por justificar la ética preestablecida, del mismo modo que busca tapar, marginar o ignorar lo que pueda denunciar las deficiencias del sistema social aceptado por la mayoría, porque aceptarlo supondría inquietar el consenso general. Para realmente progresar en el bien se hace necesaria la pre-ética, que agite el juicio individual para que surjan las voces y los comportamientos que cuestionen el acomodo de la conciencia a la rutina del criterio social establecido.