REALISMO Y AUTENTICIDAD LITERARIA
La literatura engloba muchas y muy distintas formas de creación en una lengua, desde la poesía al ensayo, desde la novela a la autobiografía o desde la dramática a la fábula; todas ellas igualmente importantes por más que las personas decanten su preferencia por un género sobre otro, e incluso haya quien relega cualquiera de ellos. Además de los distintos géneros, la literatura abarca muy diversas formas de composición, que los diferentes autores utilizan para comunicar especialmente al sentimiento, al intelecto, a la voluntad de sus lectores u oyentes. También la literatura acoge fines distintos, como la culturización, el ocio, la motivación o la información. Toda esta diversidad de confección de aplicaciones literarias no deja sin embargo de sostener una cierta unidad de valores creativos gestionados desde medios tan distintos como la imaginación, el realismo, la credibilidad, la fantasía... que permitan valorar cada obra en función de su originalidad, lenguaje, coherencia, mensaje, etc.
Una de las características más apreciadas en la literatura es el realismo, o sea, que su lectura o audición transmita sensación de verosimilitud, pues aun cuando la materia expuesta pueda ser fantástica e irreal no contradice que ello pueda ser considerado una realidad futura o simplemente lo posible desconocido a la experiencia humana; en esto la literatura guarda más lógica con la imaginación que con la certeza de la razón. Para lograr ese realismo existen varias técnicas literarias aplicables por el autor tanto en la narración como en la descripción de la obra. Quizá la más impactante para el receptor sea el que la obra se narre en primera persona, aunque quepa saber que el autor no es el personaje central, ya que relatar lo acontecido a uno mismo da más verosimilitud a la trama que si se cuenta de otra tercera persona; eso es porque la atención habitual en las relaciones sociales es el trato personal, al que se le confiere confianza salvo que sus propias palabras le hayan arrebatado el crédito debido, pues algunos hay a quien del previo de hablar ya se espera sus mentiras o exageraciones. Respecto a las descripciones, el realismo lo confieren la precisión en las mismas que sean capaces de transmitir la imagen que sitúe la acción de un modo inequívoco. Tampoco es preciso que sean tan minuciosas que resten protagonismo a la narración, porque las descripciones son auxiliares a la línea argumental, que es el que en este caso da verosimilitud de la obra.
Favorecer el realismo utilizando el relato en primera persona presenta el inconveniente de que los personajes tienen que justificarse por sí mismos en lo que dicen, hacen o sienten, que es lo que confiere autenticidad a la realidad, existencial o fantástica, que se pretende crear. Si falla esa coherencia en cada personaje, el pretendido realismo se deforma por la pérdida de autenticidad de los protagonistas que relajan el interés que se pretendía despertar en el receptor. En la medida que se acerca el foco de atención logrado por la comunicación directa del personaje con el lector --en el drama lo es por la representación-- este va a exigir que el mismo no le defraude en la expectativa creada, por lo que todas sus palabras y actos van a ser juzgados desde esa proximidad intencionadamente creada entre personajes y lector, que exige no ser defraudada porque la personalidad de cada uno de ellos a lo largo de la obra se muestre incongruente a como se presenta.