PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 9                                                                                                       JULIO-AGOSTO 2003
página 6
 
 

EL FRACASO DE CRISTO


 
Se puede hablar del fracaso de Cristo en dos vertientes: La primera es que la buena nueva anunciada por Él no ha sido recibida ni acogida por una inmensa mayoría de personas. La segunda, que los cristianos no encarnan el espíritu que Cristo les legó. Esta segunda vertiente es la más trascendental, pues muy posiblemente de su incoherencia se desprenda la pérdida del influjo misionero de la doctrina.
El cristianismo asentado formalmente en las sociedades del bienestar trasluce la absoluta contradicción del no se puede servir a Dios y a las riquezas. Mientras las diferencias entre el mundo rico y el mundo pobre se acentúan, los afortunados cristianos del progreso blindan sus bienes, protegen su bienestar, fortalecen su seguridad, empleando una estrategia de poder que avale con cualquier medio su propósito. Se llega a la explotación y la guerra, porque el fin justifica cualquier medio empleado.
La realidad aboca a una de las dos siguientes conclusiones: U occidente ha dejado de ser cristiano, o los cristianos de occidente han abandonado el Evangelio de Cristo. En cualquiera de las dos interpretaciones que se acepte, el fracaso de Cristo queda bien patente.
Es cierto que el testimonio de Cristo se realiza en muchísimas personas particulares en todas las esferas y espacios de la humanidad, pero su minoría queda patente en su escaso reflejo en los sistemas sociales. A todos es patente el abnegado trabajo a lo largo de la historia de tantos cristianos de cualquier confesión en obras de solidaridad y asistencia. Cuántos miles viven con humildad su fe, pero la trasparencia social de los valores que sostienen cada vez parece tener menos relevancia.
La doctrina de Cristo tiene vocación universal. Ya los primeros discípulos eran conscientes de que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y por ello la predicación a todo el mundo es misión intrínseca fundamental del cristianismo. Durante siglos, las iglesias cristianas han dado a conocer la doctrina de Jesucristo, y la difusión de su vida y enseñanza quizá corresponda al hecho cultural más difundido en el universo. Pero la trascendencia real de su doctrina en la sociedad actual se ha demostrado que no depende del grado de implantación de la doctrina como legado cultural, sino de la experiencia religiosa que trascienda los valores a la vida: El Evangelio hecho realidad.
Este fracaso de Cristo, en lo que a la conversión de la sociedad compete, no puede trascender como un fracaso personal ni en su propia persona como Verbo de Dios que predica la verdad trascendente ni en tantas personas que hacen de la Caridad de su doctrina el eje de su vida. La falta de fidelidad de inmensas mayorías a su doctrina, desde una determinada perspectiva, tampoco se podría computar como el fracaso de un hombre que anunció: Pero cuando el Hijo del hombre vuelva ¿creéis que encontrará fe en la Tierra?