ESTADÍSTICAS EN EDUCACIÓN
Las estadísticas suponen un medio de primera magnitud para el estudio sociológico de una comunidad social. Permiten conocer, por medio de un porcentaje representativo, el comportamiento predominante en el grupo, sus afinidades y disfunciones, su forma de pensar más común, sus hábitos de relación, su creatividad, su pasividad, sus preferencias políticas y culturales, sus tendencias económicas, la realidad de su educación y cuantas más cosas estén en el interés de reconocerse como colectividad. Cada estadística refleja una foto fija del estado social, pero el contraste de ese seguimiento periódico permite además analizar la evolución de esos comportamientos.
A veces las estadísticas se aplican para la comparación de los países entre sí, en especial de la repercusión de sus políticas sociales. En la mayoría de los casos, los organismos que realizan los estudios demoscópicos se atienen a ofrecen los datos, que luego cada ente implicado tiende a interpretarlo del modo más adecuado a sus intereses. Los gobiernos suelen incidir en poner en valor los aspectos positivos que reflejan las estadísticas, y la oposición a esos gobiernos destacan los valores negativos. De hecho, se da relevancia a los informes de uno u otro organismo nacional o internacional, público o privado, según el interés que de ello se pueda obtener. Para los intelectuales, en cambio, todos los estudios demoscópicos aportan información valiosa, a veces incluso los más críticos son los más considerados, pero tanto como los resultados consideran el formato y aplicación de los datos ofrecidos, para obtener el mayor rigor analítico posible.
En el campo del seguimiento de la enseñanza, a veces se aplica estos resultados para justificar el éxito o fracaso de los planes de enseñanza --que no deben confundirse con la educación-- en función de la evaluación de los conocimientos adquiridos en determinados momentos de la edad académica. El problema de estos resultados es que siempre se deben interpretar en el contexto social en el que se aplica la enseñanza, porque la enseñanza repercute como proceso acumulativo de saber que depende de la base desde la que se parte. Por ejemplo, sistemas muy eficaces de enseñanza pueden resultar malparados si se comparan países que sostienen educación infantil obligatoria y otros que no; del mismo modo que influye en los resultados que en el porcentaje de estudiantes haya más o menos porcentaje de inmigrantes que presenten dificultades de comprensión por causa de pensar en una lengua materna distinta de la reglada; o la repercusión del nivel de estudios de los padres y la disponibilidad para apoyar a los hijos en los estudios.
Son tantos los factores que repercuten en el aprovechamiento de la enseñanza, que los resultados de los informes de evaluación no deberían tomarse como la comparación de los resultados de una competición deportiva, sino en todo caso como los resultados de una disciplina deportiva personal que mide el progreso individualizado de cada participante. El efecto real que produce la enseñanza es un progreso en la capacidad de conocer y en los contenidos conocidos. Las estadísticas casi siempre se centran en medir los contenidos conocidos, y desde ellos deducir el progreso habilitado en la capacidad de conocer. Para juzgar adecuadamente esa progresión lo que se precisa es una evaluación continua que mida el punto de partida y el progreso logrado en cada curso en uno y otro concepto, pues ello es el fin propio aplicado de la enseñanza, cuyo resultado positivo exige muchas veces la disposición de clases de apoyo para quien parte con merma de nivel o interés.
Cuantos más medios humanos y materiales se provean en los planes de enseñanza, la posibilidad de éxito crece; pero este no siempre va ligado a los medios disponibles, pues también radica en la capacidad y en la conciencia de aprender que caracterice a los alumnos, la cual resulta influida por el ambiente social favorable al deber y al esfuerzo en el que los alumnos crecen.