DEBERES
En secundaria, bachiller y estudios universitarios la responsabilidad de la eficacia y el aprovechamiento se reparte entre la autoridad educativa y el alumno. En infantil y primaria, por la inmadurez de la personalidad, la responsabilidad del estudiante la soportan principalmente los padres, de modo que estos son sujetos activos del progreso educativo de los hijos; lo que implica la necesaria conexión entre las familias y los profesores en el diseño del programa educacional. Cuando no existe esa concordia, la repercusión pesa sobre el rendimiento educativo de toda la sociedad.
Mientras a los docentes corresponden los criterios técnicos de la enseñanza, la opinión de los padres tiene que pesar respecto a que las formas se adecuan a las dependencias de la vida social en cuanto a horarios, material escolar, deberes, comidas, tutorías, y en general en las disposiciones necesarias para ser coadyuvantes a la educación. Esto hace que la autoridad educativa no tenga que atender sólo las reivindicaciones laborales de los profesores, sino también considerar la disponibilidad de las familias para ejecutar la parte activa que les corresponde en la tarea del rendimiento de la enseñanza dentro del concepto global de la educación de los menores.
Unos de los temas litigiosos entre pedagogos, profesores y padres es la trascendencia de los deberes a realizar por los alumnos como parte de la aplicación personal de la enseñanza. En la realización de los deberes se pueden encontrar tres objetivos:Admitiendo por las razones anteriores la bondad de los deberes, lo que la comunidad educativa debe decidir es el cómo se deben realizar para el mejor aprovechamiento del alumno. Aquí surgen las principales discrepancias entre padres y profesores respecto a los deberes que la parte profesional considera deben realizarse en el domicilio familiar bajo la supervisión de los padres. Principalmente las diferencias se centran en cuántos deberes se pueden poner para casa, o si esos deberes se deberían incorporar al horario lectivo bajo la supervisión profesional educativa para que los alumnos no quedaran a la merced de las circunstancias variables que pueden acontecer en cada familia. De alguna manera los padres reclaman distinguir su responsabilidad en lo que concierne a la educación, que pueden gestionar mediante el juego con los hijos, de los que sean contenidos objetivos de la enseñanza reglada. En la medida que más sean los deberes, menos tiempo quedará para jugar; lo que genera debate sobre qué es más trascendente para la formación integral de los menores.
- Fijar contenidos previos aprendidos.
- Evaluar el grado de aprendizaje personal.
- Desarrollar el hábito de estudio.
La respuesta a las demandas de todos los colectivos interesados en la educación hay que encontrarla en que la enseñanza es un sistema cuyas relaciones deben ser formalizadas atendiendo a variados y complejos influjos. Uno de esos influjos es la sostenibilidad del sistema educativo, en el que incide que la calidad depende bastante de la disposición de recursos. Que la disposición presupuestaria para educación permita, por ejemplo, más o menos horas de presencia del profesorado, o que el número de alumnos por aula sea mayor o menor, o que la enseñanza tenga como patrón tal o cual método pedagógico, o que se tenga acceso más o menos restringido al material escolar determina la calidad que el sistema puede ofrecer. Pero sobre el resultado de la educación no sólo influye esa dotación presupuestaria, sino también la interferencia que en ese sistema repercute la renta disponible de las familias y las políticas de conciliación laboral que rigen en el país, pues sólo articulando unas y otras se puede hacer efectivo los objetivos de preservar el derecho de igualdad de oportunidades para aprender.
La óptima pedagogía es la que trabaja en aprender jugando; de modo que los deberes así planificados no deberían ser percibidos por el alumno, ni por su familia, como tales, sino como una forma novedosa de entretenimiento en la que se pone en valor el progreso en el conocimiento que se posee. Lograr competencias no es objeto de los deberes, sino adiestrar en la fijeza de los conocimientos aprendidos para integrarlos como hábitos, y por eso es recomendable no sólo practicarlas cada día, sino también en los periodos no lectivos, pero siempre y cuando no entren en competencia con el legítimo deseo de los niños a jugar, por lo que despertar su interés precisa intentar converger juegos educativos con deberes divertidos, de modo que el paso de unos a otros no suponga un disgusto sino una opción.
La queja de los padres de que no disponen de tiempo para seguir las rutinas de los deberes en el hogar no puede ser desatendida cuando se dan las circunstancias sociales que la motivan, por ello tienen que existir en el sistema alternativas de extensión horaria en la escuela para realizar los deberes que se suponen necesarios para seguir el ritmo del aprendizaje. El sistema debe tener previsto modos de atender las necesidades de los alumnos, a veces recurriendo a la ayuda de voluntarios para paliar las carencias que los presupuestos no llegan a cubrir con profesionales.