SINGULAR O PLURAL
En mi juventud bailaba una canción cuya letra contenía un texto semejante a "porque no sé si hago bien o hacemos mal", refiriéndose a una aventura sentimental entre dos jóvenes. Han pasado décadas y siempre me ha acompañado la curiosa sensación que me produjo el contenido subliminal de esa frase, porque sobre una misma realidad diferencia como positivo el modo de actuar propio, y como negativo el del conjunto de la pareja. Cuando una valoración ecuánime debería arrojar que los dos obran bien u obran mal, porque cuando se actúa conjuntamente la responsabilidad es compartida.
La experiencia a lo largo de todos estos años me ha enseñado que la letra de la canción refleja una tendencia en el juzgar demasiado extendida en la sociedad, por la que la culpa se tiende a adjudicar al prójimo. Por ejemplo es muy habitual hablar en positivo cuando se concreta sobre el modo de ser de uno mismo, y se reserva la calificación negativa cuando se generaliza culpando a una pluralidad abstracta. Así, no es raro escuchar: "La sociedad tienen la culpa", "esto no pasaría si no lo consintiéramos", "los vecinos no cuidan las normas de convivencia", "los funcionarios van a lo suyo", "todos lo hacen", etc. No sería más lógico utilizar la primera persona del plural, incluyéndose el que habla, sobre todo si esa persona es uno o una más del colectivo de la sociedad, es quien consiente, es vecino o vecina de la comunidad que critica, es funcionario o funcionaria y, por supuesto, forma parte del todo. Cuando así se generaliza sin incluirse uno mismo lo que ocurre es que pretende denunciar a los demás contraponiendo ese modo de actuar al propio, que se estima mejor que el ajeno. Si se sostiene esa mentalidad, habría que adjuntar permanentemente la certificación de por qué uno mismo o una misma es más perfecto o perfecta que los demás.
Raramente se utiliza la flexión gramatical inversa, o sea, utilizar el plural para la alabanza del bien hacer y la primera persona del singular para la crítica del error. Esto es así porque nuestra mente nos dirige a reconocerse como criterio de valor, de modo que lo coincidente a nuestros valores o sentimientos es lo bueno, y lo que desaprueba la mente es lo nocivo o equivocado. Es evidente que ese modo subjetivo de interpretar el comportamiento social humano no se ajusta a la mínima objetividad con que debe orientarse la ética de una colectividad.
Aprender a conjugar en común facilita la comprensión de la mutua responsabilidad, y no pocas veces sirve de herramienta para facilitar el acuerdo, aunque en el interior cada uno considere más culpable al otro que a sí mismo.