ESTRÉS
La relación del hombre con su entorno no sólo abarca a la naturaleza que le rodea, sino también a la forma de vida que implanta la sociedad a sus miembros. El progreso del ser humano puede ser no sólo criticado por su errática agresividad al medio, sino también por perjudicar la salud de las personas cuando exige de ellas un excesivo rendimiento. Igual que en la ecología, cada persona se puede resistir a los comportamientos que como modo de vida le imponen sus conciudadanos, pero el hecho de resistir una presión ambiental ya supone un desgaste psíquico que puede dañar la salud. Muy posiblemente una gran parte de las personas no están de acuerdo con el sistema en el que viven, pero como el mismo estaba establecido cuando han venido al mundo, y no se sienten con fuerzas ni para cambiarlo ni para adaptarse, viven permanente contradicción interna entre la razón de vida y la responsabilidad social.
El estrés ha sido definido como una "tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves" (RAE). Esas tensiones suelen provenir por la diferencia entre la manera de ser de cada individuo y las exigencias que le reclama el entorno social próximo. Ya sean causadas por las relaciones familiares, laborales o sociales, las tensiones suponen una oposición entre lo que se puede hacer y lo que se tiene que hacer. Cuando la demanda de la obligación supera la capacidad de reacción surge un conflicto que pone en jaque a todo el organismo para rendir más de su capacidad, lo que exige un sobreesfuerzo que agota las reservas y sólo puede ser sostenido temporalmente. La percepción de esa realidad, que pone a prueba la vitalidad física, desemboca con frecuencia en una depresión psíquica por la percepción de la limitación e incapacidad para dar respuesta adecuada al requerimiento del entorno.
Del efecto psicosomático del estrés hay hasta quien aduce consecuencias directas de generación de enfermedades; o sea, lesiones patológicas que afectan a cualquier parte del cuerpo originadas por la sobreexcitación, la fatiga o el agotamiento, cuyas respuestas sintomáticas pueden ser debidas al real deterioro causado o aparentes generadas como sistema de prevención del colapso por organismo afectado.
El tratamiento del estrés puede establecerse por el propio sujeto que lo padece cuando percibiéndose agobiado reconduce la repuesta a sus obligaciones. Cuando el mismo es detectado por enfermedad orgánica, la superación del estrés por la reconducción de sus causas puede aliviar del agravamiento orgánico si la patología respondía a una prevención orgánica de defensa, cuyos síntomas no se corresponden con lesión traumática alguna, pues cuando el trauma es real el remedio del mismo debe ser confiado a la medicina, no a la psicología. Por ejemplo, si como consecuencia del estrés se generara un cáncer, no se puede pensar que curando el estrés se curará el cáncer, sino a lo sumo que la mejora en el estrés evitará el agravamiento de la enfermedad, la que ha de recibir el tratamiento médico específico para su neutralización.