INCERTIDUMBRE SOCIAL
Se podría pensar que por extensión de la facultad intelectiva de los seres humanos las relaciones sociales gozarían de una alta certidumbre, pero ello quizá pueda aplicarse al conocimiento histórico, o sea a cómo has sido las relaciones humanas pretéritas, e incluso a una proyección estadística de cómo serán las relaciones futuras, pero en contra de esa certidumbre juega el que, como el ser humano es libre, la capacidad de sorpresa de su comportamiento supera a la expectativa estadística de lo que las leyes de la naturaleza pudieran predecir.
Libertad exige indeterminación, tanto en la intención de las prioridades intelectuales, como en las conclusiones y aplicaciones del conocimiento adquirido. Ello no quita que lo razonable se imponga como directriz de la conciencia, que se acepten mayoritariamente las leyes científicas, que la práctica de lo útil cautive a las masas y que el consenso social se tenga por la forma más adecuada de relacionarse en comunidad. Por muy posible que sea que esas actitudes tengan una aceptación genérica mayoritaria, lo constatable es que la sociedad se comporta más a bandazos que a movimientos armónicos, como si la indecisión afectara más a la voluntad humana que la precisión.
Hay quienes creen que la incertidumbre es un factor desestabilizador para la sociedad, opinión que contradicen quienes consideran que los tiempos más fructíferos de desarrollo se generan cuando más se agudizan los cambios, aunque todo cambio contenga una dosis importante de incertidumbre, porque de la rutina es fácil deducir conclusiones, pero en las proyecciones de futuro que actúan como revulsivos del cambio no se consideran más que expectativas.
Quienes apuestan porque la incertidumbre social se neutralizará por el conocimiento no dejan se apostar por el dominio de la razón sobre la voluntad. Pero lo cierto es que la historia pasada y reciente confirman que las personas son insumisas por la pasión y se conforman por la razón.
Generar certidumbres sociales precisamente se logran cuando el objeto de la pasión es la razón. Esa ha sido la tarea encomendada a la filosofía desde tiempos inmemoriales: Discernir los contenidos y condiciones de verdad del pensamiento que enjuicia la realidad. Cuando se da por cierto lo que se hereda en el ordenamiento social, por la mera razón de que superó la crítica precedente, aparentemente se asegura la estabilidad, pero realmente genera incertidumbre si no han sido revalidados los criterios sancionadores de las certezas que se admiten. Ese filtro que legitima la concordancia entre sostenibilidad y evolución afecta a todos los ámbitos de las relaciones sociales, cuya moderación no se identifica con la pasividad, sino por la pasión por evidenciar las condiciones de verdad que generan certidumbre.