PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 94                                                                                  SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2017
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REFLEXIVIDAD CULTURAL

La cultura debe ser considerada como una de las aplicaciones trascendente de la humanidad, pues supone compilar lo más relevante del ejercicio intelectual de cada generación y su transmisión a las posteriores. Podría suponerse que en la cultura lo más esencial es la posición de sujeto del ser humano, o sea la parte que discierne y entiende las relaciones del hombre con su entorno, pero eso se podría aplicar en lo que respecta al conocimiento de la realidad material, constituida como objeto del conocimiento humano, ya que, cuando la cultura versa sobre el propio modo de ser del hombre, él mismo se convierte en sujeto que estudia y en objeto de estudio.
La colaboración para el desarrollo de la cultura respecto al conocimiento en sí del ser humano exige una posición activa de la persona humana para el estudio y una posición igualmente activa para ser estudiada; la primera se suele comprender con facilidad, pero no tanto la segunda, que encuentra muchos obstáculos por la consideración moral despectiva que en muchas costumbres supone la consideración individual de cada ser humano como objeto. No obstante, es necesario advertir que el consentimiento a ser objeto del conocimiento científico forma parte del proceso reflexivo para que el género humano pueda saber más sobre su propia forma de ser, tanto en el ámbito material, sobre su estructura corporal, como en el ámbito de su sistema mental.
La resistencia a esa colaboración pasiva de la humanidad, para posibilitar la actividad cultural respecto al conocimiento de sí misma, la han burlado a lo largo de la historia bastantes investigadores violando la voluntad individual. Así se han realizado experimentos con vivos o muertos sin contar con la lógica aceptación de las personas implicadas como objetos; constituyendo una incorrección ética más de las muchas cometidas por el hombre sobre el hombre, favorecidas por la posición de dominio de unos sobre otros.
Difundir el rol del ser humano como objeto necesario para integrar el proceso reflexivo del conocimiento sobre la naturaleza de la persona humana, o sea de observarse discretamente a sí misma, facilitaría la colaboración individual para participar en estudios anatómicos, pruebas patológicas, ensayos clínicos, introspecciones psíquicas, sectorizaciones epidemiológicas, donación de órganos, investigación genética, etc.
Si cada persona cuando recibe el auxilio de la ciencia para paliar sus males o deficiencias considerara cuánto ella ha aportado a que esa cultura se haya consolidado, actuando como objeto de estudio, facilitaría el movimiento social a la disponibilidad, en vida o tras la muerte, para la libre y voluntariamente prestación de su potencia a ese eficaz fin social.
Con frecuencia se sostiene un concepto mercantil de la cultura, por el cual toda colaboración a su generación debe responder a un criterio de mercado. Salvando las necesidad de recursos para sobrevivir, la participación en el devenir de la ciencia no debería estar vinculada a la contraprestación pecuniaria, pues bien pagadas están todas las personas con la aplicación a su favor de cuánto otros han colaborado a lo largo de la historia para facilitar el estudio y la investigación.
 

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