FACCIONAMIENTO DEL ESTADO
La esencia del Estado como forma natural de agrupación social puede ser constatada por la sociología, pero sólo si antes se especifican las condiciones por las que una sociedad se configura como Estado. Un criterio es ampliar el concepto semántico de Estado para dar cabida en él a formas diversas de sociedad que reúnan las condiciones mínimas para ser así reconocidas. Otro criterio más restrictivo de considerar al Estado es el asimilarlo a la forma surgida de organización social a partir de la Edad Moderna, si se acepta este criterio se opone de por sí a pueda ser considerado como una forma natural, salvo que se admita como la fase idónea alcanzado en un proceso de evolución.
En todos los casos es muy posible que la noción de Estado que se admite adolezca de la restricción de que ni represente a todos los ciudadanos que acoge, ni defienda de modo eficaz a la totalidad de los mismos. Esta situación proviene las más de las veces del faccionamiento del mismo, o sea, que una parte se constituye la imagen visible del conjunto total del Estado cuando realmente sólo sirve a los intereses de una porción del mismo.
Se podría suponer que la democracia, o sea, la distribución del poder entre todo el pueblo, paliaría o eliminaría esa tendencia al faccionamiento de los Estados en estamentos de poder, pero más bien lo que la democracia está logrando en muchos de los Estados sea una legitimación de ese faccionamiento en cuanto otorgado por un sistema de representación universal.
Teóricamente una Asamblea Nacional, un Parlamento e incluso una Constitución se pueden considerar representativos de la pluralidad de la sociedad que constituye un Estado, pero sólo cuando esas instituciones realizan de forma eficaz la equidad, no sólo de una aparente forma global, sino alcanzando a la totalidad de sus ciudadanos. Cuando no es así, el sistema democrático supone la posibilidad de amparar un Estado imperfecto.
Cuando el faccionamiento es horizontal, o sea, de los habitantes de un territorio sobre los de otras partes, por raíces históricas, diferencias raciales o capacidades económicas, la tendencia dentro del Estado es al fraccionamiento, o sea a que el Estado se fraccione en nuevos Estados en los que los ciudadanos se sientan mejor representados y atendidos. Cuando el faccionamiento es vertical, o sea, por capas sociales, en la que una de ellas imponga su ideología a todas las demás, lo que con frecuencia es posible de lograr a través de partidos políticos pantallas de los grupos de presión de los intereses estratégicos territoriales, bien sean militares, económicos o religiosos, el problema se vuelve endémico, porque la controversia afecta por igual a todos los territorios, haciendo imposible el recurso del fraccionamiento, se exige al revisión del sistema que evite la posibilidad de la concentración de poder incluso en la mayoría resultante de las legítimas elecciones. Sólo en la medida que esa renovación del sistema se adecue a una mayor pluralidad de presencia de todas las tendencias ideológicas en las instituciones, y su participación efectiva en un poder que legitime la justicia universal, en vez de legalizar una justicia al servicio de una facción, estrato o partido, se podrá avanzar hacia la concepción perfecta del Estado.