PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 95                                                                                  NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2017
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PREOCUPACIÓN LABORAL

Puede parecer mentira, pero las encuestas sociológicas de muchos países reflejan el trabajo, o mejor expresado, la falta de trabajo como la principal preocupación de la ciudadanía. Por encima de las guerras, el terrorismo, la seguridad, la drogadicción, etc. se sitúa la situación laboral, y el problema mayor es que repunta año tras año, porque, donde parece que se crea empleo, este es tan precario que no satisface las necesidades mínimas de una vida digna. Cuando precisamente trabajar es la garantía del progreso económico universal, no es vano indagar qué estructuras profundas del sistema son las que propician una contradicción así.
Se pueden enumerar una serie de factores sociológicos que inciden, unos en unos países y en otros los contrarios, a los que la sociedad no está sabiendo dar respuesta precisa:
  • El hábito de trabajo.
  • La longevidad de vida.
  • La natalidad.
  • Los planificación de la enseñanza.
  • La distribución poblacional.
  • La corrupción.
También se pueden citar factores estructurales político económicos inabordados adecuadamente:
  • La cohesión social.
  • La especulación.
  • La deslocalización.
  • La fiscalidad.
  • La distribución del trabajo.
  • El endeudamiento.
  • Las infraestructuras.
  • La protección social.
Muchas más causas concretas deben existir para que la sociedad pueda tener una percepción tan negativa de su situación laboral, muchas de las cuales no dejan de criticar los especialistas en economía y sociedad, a veces con criterios tan dispares que parecen irreconciliables hacia la consolidación de criterios prácticos globales, lo que quizá ayude a sembrar el desconcierto, al menos en una gran parte de la población. Tres aspectos generales que se perciben comúnmente como determinantes sobre el trabajo en la sociedad pueden ser:
La disposición personal para trabajar: Que engloba el hábito de trabajo, la educación profesional, el reciclaje profesional, la movilidad laboral, la responsabilidad en el deber, la sindicación. Gran parte de ello recae en el carácter de la población, en la superación de la personalidad y en la solidaridad ciudadana. Muy posiblemente los que juzgan de forma crítica la situación laboral tienden sólo a conferir esa visión desde la perspectiva de los derechos y no de los deberes. No se puede obviar que la forma de ser de la población de cada sociedad es determinante no sólo para su actuación personal en el marco laboral, sino también en el educacional, pues la transmisión de costumbres y valores en la familia son decisivos para las disposiciones de las futuras generaciones. Por todo ello es importante que cada persona se interrogue a sí misma cómo influye ella en la calidad o precariedad laboral del ámbito en el que se ubica.
El entorno económico: Comprende la inversión productiva, la estabilidad monetaria, la especulación, la justicia distributiva de los beneficios de la producción, la política fiscal, el control del gasto y la persecución de la corrupción. Todas esas variables influyen en la oferta de empleo, en las justas relaciones laborales, en la distribución del trabajo entre todos los ciudadanos y en la estabilidad ocupacional. Planificar una economía de mercado no exige necesariamente liberalizar como relaciones de dominio las relaciones laborales, haciendo que la parte más fuerte imponga su ley a los ciudadanos; para evitarlo se precisa que haya reguladores estatales e internacionales que defiendan equitativamente los derechos de inversores y trabajadores. El mayor escollo para que la riqueza revierta en trabajo es el de la especulación, pues todo lo que se gana especulando se detrae a los que lo producen trabajando. La circulación del dinero más productiva, en términos de empleo, es la que se genera en un sociedad con una renta cohesionada, en la que la justa distribución de los beneficios permitan homogeneizar progresivamente el nivel de renta del país.
El contexto social: En primer  lugar es bastante determinante para el trabajo y el desarrollo en una sociedad la realidad de su demografía. La tasa de natalidad, mortandad y longevidad condicionan posibilidades de desarrollo fundamentales para la ocupación laboral. Con frecuencia tasas de natalidad muy altas obligan a la una emigración, que nunca es deseable cuando se induce por necesidad. Tasas de natalidad bajas y alta longevidad puede hacer crecer la demanda de inmigración, la que muchas veces no se asimila en derechos a la población autóctona, con la consiguiente inestabilidad social. El contexto de paz y seguridad ayuda a la estabilidad laboral quizá más que cualquier otra realidad social. La destrucción de riqueza por la guerra supone destrucción de empleo y relajación de las condiciones de vida de los trabajadores; la paz, en cambio, cuya estabilidad depende en mucho de la justicia, facilita la inversión y el entendimiento entre los diversos sectores de la producción. Que la paz sea posible en gran parte se subordina a la conciencia ética y solidaria de la población que facilitan que las relaciones de servicio se impongan a las relaciones de dominio.
 

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