INJUSTICIA Y VIOLENCIA
La solidaridad comienza en compatibilizar el derecho propio con el ajeno. A finales del siglo XX, el movimiento de las ONGs despertó la conciencia social de que la solidaridad no está en la limosna que intenta remediar la pobreza procedente de un desordenado sistema social, sino en que la calidad solidaria del sistema sea el que elimine las causas de la pobreza. Quien sólo mira su interés, o el de su entorno, en la concepción del derecho, olvidando a quien está más allá de la linde de su casa, de su barrio, de su ciudad o de su país, y así lo transmite, en la medida de su poder, a la estructura política, judicial, laboral o cualquier otro ordenamiento en el que influye se hace acreedor de la insolidaridad que genera, por mucha caridad que practique.
La solidaridad se fundamenta en la justicia y equidad de las relaciones personales en las que se interviene. Los sistemas en los que se nace, se crece, se vive y se muere no tienen por qué ser solidarios, pero su repercusión sobre la conciencia individual no exime de la responsabilidad de que las actitudes personales sí lo sean. Por ello, cada persona debe procurar que todas sus relaciones, desde las más personales a las más comunitarias, sean configuradas como relaciones de servicio en las que el derecho ajeno esté tan considerado como el propio. De cuánto se disemine en la sociedad ese criterio repercutirá la perfección de la justicia que favorece una convivencia social en paz y progreso.
La injusticia consolidada es la raíz de casi toda la violencia que existe en el mundo. Toda injusticia se relaciona con la práctica de una relación de dominio, en que una parte posee poder para obligar a la otra a avenirse a acordar cediendo en su derecho; unas veces por desconocimiento del otro del propio derecho, otras por engaño, pero las más porque una necesidad imperiosa obliga a ceder en el derecho para obtener menos beneficio del debido. En el desarrollo posterior de esa relación permanecerá la conciencia del derecho a la subsanación por una parte, y el deseo de la consolidación por la otra; la oposición entre ellas genera progresivamente un clima de confrontación que cuando no se reconduce puede degenerar en violencia tanto más cuanto más se consolida como irreversible la configuración de la relación.
La superación de la violencia es una de las mayores contribuciones de la solidaridad a la paz del mundo, pero ello supone transformar las relaciones de dominio en relaciones de servicio. ¿No es acaso un buen propósito de solidaridad empezar por hacerlo en el ámbito particular de cada persona?