DEL ESTADO
Se pueden dar diferentes definiciones del Estado, pero lo útil es reconocer la naturaleza y funciones del mismo, ya que, al definir qué es, lo recurrente es describir lo característico del Estado propio, sin considerar que el mismo representa una realidad localizada y temporal. Así, el Estado medieval poco connota con el contemporáneo, pero ambos participan de ser un sistema ideado para semejante fin.
El Estado ante todo es un sistema aceptado por una comunidad de personas para organizar las relaciones comunes al interés de todas ellas. Desde este punto de vista, el Estado no se sigue de una determinación natural, como puede ser la familia o la tribu, que cumplen específicas funciones de supervivencia, sino una comunidad creada por la inteligencia colectividad del grupo que desea una ordenación para la convivencia más fructífera. Ese orden es un sistema de respuesta específico a unas necesidades comunes, que excluye, al mismo tiempo, la organización de lo que la comunidad desea mantener en el ámbito privado, aunque esas relaciones tengan también dimensión social.
El fin del Estado viene marcado por satisfacer las necesidades que se le encomiendan, cuyas todas responden a dos principios esenciales: La protección y la promoción de los ciudadanos; todo el sistema del Estado, por tanto, comprenderá aplicaciones dirigidas o a la protección de los ciudadanos más allá de lo que ellos mismos puedan velar, o para la promoción de los ciudadanos más allá de lo que puedan alcanzar, o ambas a la vez. En el ámbito de la protección destaca la defensa armada, el control de las fronteras, la seguridad ciudadana, la tutela de los menores, un sistema de salud eficaz, la protección de accidentes laborales, la seguridad vial, etc.; todo lo que incumba a la protección de la vida, la salud y la integridad de los ciudadanos compete al Estado, porque el Estado se constituye precisamente para que unificando el esfuerzo colectivo la comunidad se dote de medios eficaces para el ejercicio de la paz. En el ámbito de la promoción se puede reseñar la educación y la enseñanza, la construcción de infraestructuras, la regulación industrial, el subsidio de desempleo, las políticas activas de empleo, la difusión y conservación de la cultura, la igualdad, etc. Tanto en la vertiente de la protección, como en el de la promoción lo característico del Estado es su universalidad, o sea que promueve esos medios dirigiendo su acción sobre todos y cada uno de los ciudadanos que disfrutan por nacimiento o concesión de la soberanía ciudadana común.
Existen dos modos objetivos de la participación de los ciudadanos en la tarea del Estado, porque la tarea del Estado no se identifica sólo con la acción del Gobierno y la ejecución de la justicia, sino que deben existir cauces eficaces para una participación pareja de todos los ciudadanos en el control e independencia de la gestión legislativa, ejecutiva y judicial. Unos ciudadanos elegirán participar directamente en la política, y otros lo harán a través de nombrar representantes en las instituciones creadas en el sistema político, pero a unos y otros atañe la responsabilidad de ordenar la política estatal hacia el bien común. Además, los ciudadanos pueden participar, de una manera incluso más eficiente, en la construcción del Estado mediante formas que no se identifican directamente con la política, sino que en el ejercicio habitual de sus relaciones económicas, laborales y sociales deben proyectar los criterios rectores que se exige al Estado de protección y promoción de los demás ciudadanos. Sin esa conciencia de la significación de lo que es un Estado a nivel de los valores y las acciones por las que se guía cada ciudadano particular, es muy difícil que el Estado posea la cohesión necesaria para su ejemplaridad.