PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 97                                                                                  MARZO - ABRIL  2018
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¿MONOPARENTALES?


Lo que la ciencia permite no puede ser tomado como una alternativa de libertad sin considerar las consecuencias y los fines de esa posibilidad. En la época actual, el desarrollo de la investigación sobre la reproducción humana y las alternativas de concepción fuera del útero materno han posibilitado el anhelo de paternidad de muchas parejas que por diversas razones estaban predestinadas a la infertilidad. Los procedimientos científicos apenas sustituyen la concepción por coito, y cuando en algunos casos debe hacerlo así no elimina la natural relación sexual en la pareja, aunque esta sea infecunda. Como la ciencia no discrimina los fines del ser humano, también se prestan los adelantos científicos a satisfacer el deseo de paternidad individual, aunque para ello haya que utilizar, hoy en día, material genético y recursos de mujer y varón, actuando para este fin alguna de las partes en forma de donante anónimo o prestación reproductiva desinteresada.
Las familias monoparentales constituidas a propia voluntad de serlo reúnen algunas características que las diferencia de la marca habitual de la naturaleza por la conjunción de voluntades de dos personas de sexo contrario hacia la paternidad, bien dentro o fuera del matrimonio institucional; marca que se expresa en el acuerdo común de compartir la paternidad de la prole. Es cierto que a lo largo de la historia la monoparentalidad ha sido una realidad accidental muy significativa, avenida en muchos casos por el fallecimiento de uno de los progenitores en la infancia del hijo/hija, por el abandono de uno de ellos de sus obligaciones de paternidad/maternidad, o a causa de embarazos no programados ni deseados que generaban madres solteras.
Esa nueva voluntad exclusiva de la paternidad/maternidad está proliferando tanto como el individualismo rechaza compartir en solidaridad determinadas tareas de la vida. Siendo el ser padre/madre algo que concierne durante toda la vida tanto a los progenitores como a los hijos, se manifieste así en los sentimientos o no, hay quien considera que es una responsabilidad que no puede ser compartida sin riesgo de peder la parte correspondiente por usurpación de la pareja; quien piensa así considera mejor que la relación progenitor-hijo sea íntegramente asumida por una persona.
En contra de este parecer se pronuncian quienes esgrimen como prioritario sobre la paternidad /maternidad el derecho de la descendencia, y por tanto razonan que debe reflexionarse antes de asumir la voluntaria monoparentalidad sobre los siguientes criterios:
  • Solo un progenitor lastra a la descendencia a tener una única referencia de paternidad/maternidad menos rica que la de tener dos personas de quien aprender y con quien entenderse.
  • La familia monoparental reduce las posibilidades de protección de los menores, pues por enfermedad, por ocupaciones, por desplazamientos, en el derecho al descanso, expansión y ocio, etc., no existe la posibilidad de alternarse en los deberes de atención a los hijos como cuando existen dos progenitores.
  • La educación de un sólo progenitor al descendiente puede ser más cohesionada que la de dos personas, pero cabe que resulte más autocrática al carecer de contraste de criterios.
  • Los recursos económicos para ejercer la paternidad/maternidad exige un mayor esfuerzo personal que cuando los aporta una pareja.
  • La monoparentalidad, al ser más excepcional, facilita que el descendiente en su adolescencia y juventud aduzca a esa condición sus normales problemas de personalidad; esta circunstancia puede dañar la relación familiar.
  • La horfandad es más proclive a producirse cuando existe un único progenitor.
Es evidente que todas las dificultades que se puedan alegar a la paternidad/maternidad monoparental son superables, pues así lo han tenido que ejercer por obligación muchas familias a lo largo de la historia por circunstancias avenidas. Con muchos o pocos recursos, con salud o enfermedad, con ayudas del entorno o no, etc., las familias monoparentales  han tenido que sacar adelante a su prole por la obligación moral que les incumbía. Ello puede servir de pauta y acicate para quien se ve involuntariamente en esa situación, pero ¿se puede considerar lícito asumir unilateralmente esa decisión sin considerar las consecuencias negativas posibles para los hijos?
Lo que no parece justo es que se quiera reclamar la ayuda social sustitutiva de la precariedad de medios cuando los mismos eran más que previsibles. Considerado caso a caso es evidente que no suponen hoy en día ninguna disfunción en el sistema social; pero, si en las próximas generaciones se generalizara esa actitud personal, habría que tomar en consideración hasta qué punto no supone una distorsión a la naturaleza del ser humano.
 

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