ITINERARIO SENTIMENTAL
Los sentimientos son respuestas de la personalidad a influjos externos elaboradas por la mente de modo consciente y estable; se diferencian de las repuestas mentales que se denominan sensaciones en que estas son condicionadas a cada imputación externa de modo inmediato y espontáneo, mientras que aquellos, los sentimientos, se elaboran en base a diversas sensaciones, intuiciones y juicios en la conciencia individual. Existen sentimientos más primarios, en los que predominan la influencia de las sensaciones, y otros más secundarios en los que dominan las intuiciones racionales.
Por el fin de los sentimientos se pueden distinguir aquellos que relacionan al ser humano con la materia inerte o con los seres vivos, y dentro de estos últimos se puede diferenciar los que afectan al trato entre personas. Estos sentimientos generados por el trato entre personas son los que determinan bastante la vida social de cada individuo, da tal manera que es común generalizar el concepto vida sentimental a los lazos y afectos de cada persona con sus semejantes, lo que no resta que los sentimientos hacia las cosas y los seres vivos de otras especies puedan adquirir una notable relevancia en la vida.
En de la vida sentimental de cada persona se puede distinguir un itinerario de preferencias e implicaciones que va a definir una graduación en los afectos realmente reconocidos por la propia conciencia, que dan origen a los conceptos de trato, amistad y amor. Ambos tres tienen el origen en la percepción del conocimiento sensible entre personas que genera una respuesta libre cuando se acepta el trato, que se enriquece con la valoración de las vinculaciones cuando se eleva a amistad, y que concluye en el amor como un modo excelente de amistad en el que el interés a la persona amada se equipara o supera a la estima propia.
La graduación de la vida sentimental es consciente y elegida en función del grado de implicación que supone para el sujeto que la disfruta. Para que haya trato apenas influye la voluntad de las partes, pues muchas relaciones provienen de condiciones puramente accidentales de la vida, como las relaciones profesionales, la vecindad, la coincidencia en aulas de estudio, formar parte de una asociación, atención en el comercio, etc. Todo conocimiento directo entre personas está abierto al trato, pero este se forja o no en función de que exista un interés en la relación o una obligación de vínculo; piénsese que esas relaciones pueden incluir personas con quienes se mantienen lazos estrechos, pero con las cuales no exista ninguna atracción de los sentimientos, más allá de los meramente humanitarios, que pueda configurar la relación como de amistad.
La característica de la relación de amistad es aquella en que los sentimientos de un sujeto comienzan a configurar como propias las circunstancias conocidas mediante el trato. Esos afectos aparecidos hacen que se goce participando en la alegría, se sufra con el dolor del amigo, se compartan interioridades, se procure comunicar aquellas perfecciones posibles, se fíe en la palabra, se ayude en la necesidad... y el propio sentimiento denuncie un pesar con sólo considerar la pérdida de esa amistad. Una característica de la relación sentimental de la amistad es que es elegida por las partes, se mantiene por voluntad propia y se deshace cuando el trato aflora la relajación del sentimiento al desaparecer el interés directo por lo que afecta a la vida del otro.
El amor representa un grado excelso de amistad, en el que el interés hacia la persona amada ocupa un lugar preponderante en la conciencia. El amor teóricamente no precisa de correspondencia, pero en la realización práctica el amor se justifica en gran medida por el sentimiento mutuo de satisfacerse: Se ama a la persona amada, además de por su figura, manera y forma de ser, porque existe una complicidad de estabilidad sentimental, de permanencia en objetivos comunes y de fidelidad. Querer el mayor bien y perfecciones materiales y espirituales para la pareja en parte repercute en el propio bienestar, porque cada uno se beneficia de la atención del otro. Pero el amor, como el trato y la amistad, exige la voluntariedad actual, por lo que el itinerario desde la primera atracción a la madura complicidad sentimental hay que trabajarlo para que el apego por lo propio no desplace el interés de lo común.