PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 97                                                                                  MARZO - ABRIL  2018
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IMPOTENCIA DE LA POBREZA


El concepto de pobreza se puede contemplar de un modo absoluto, cuando falta lo necesario para sobrevivir, y de modo relativo, cuando falta lo preciso para vivir dignamente de acuerdo al entorno social en el que se habita. En uno y en otro se produce que una alta proporción de quienes la padecen sufren impotencia real para superar esa marginación.
Las causas de la pobreza son muchas, desde quien menosprecia el trabajo para obtener los recursos para llevar una vida digna, a quienes se esfuerzan durante toda su vida para no conseguir sino una retribución ajustada para sobrevivir en la miseria, pasando por a quienes la discapacidad o enfermedad les impide valerse por sí para alcanzar la conveniente existencia. En la mayoría de los casos de pobreza se puede admitir responsabilidad del sistema social que directa o indirectamente la ocasiona.
Aunque en todos los entornos sociales la pobreza es una lacra, lo es mucho más en aquellos que incapacitan para superar ese estado de marginación. La esclavitud, la estratificación por castas o clases, la discriminación étnica o la explotación laboral están en muchas causas de la pobreza cuando el sistema ignora cauces para la promoción y equiparación social de todas las personas. En muchos de esos casos es conscientemente pretendido impedir la redención de la pobreza mediante el dominio de los precios de mercado, de modo que, aunque la remuneración del trabajo ascienda, suben más los precios para sostener el beneficio de unos pocos mediante el sacrificio de otros muchos.
Una gran parte de la pobreza social es heredada, o sea, que la condición de nacimiento marca el destino de las personas. Esto se produce en todas las sociedades que no promocionan la igualdad de oportunidades, ofreciendo a los jóvenes la oportunidad de desarrollar sus cualidades independientemente del medio económico de la familia en la que se nace. Cuando ello no es así, y la perspectiva del esfuerzo en el trabajo no garantiza el progreso social, la desesperanza se convierte en la directriz principal de la expectativa de futuro del individuo. De este modo millones y millones de personas nacen, crecen, se reproducen y mueren en la pobreza.
No debería extrañar que esa desesperanza encamine a muchos, especialmente jóvenes, a buscar atajos por los que escapar de la miseria aunque sea obteniendo recursos económicos por medios ilícitos. La afición al robo, a la estafa, al tráfico de drogas, al terrorismo, a la prostitución y a cualquier otra forma de obtener dinero de modo indecente en muchos casos responde a la ausencia de formación y trabajo con los que los ciudadanos puedan evitar la marginación que les domina. Encontrar donde poder medrar, aunque sea al margen de la ley y la moral, supone una atracción demasiado tentadora como para renunciar a ella cuando la vida honrada ha decepcionado.
Se debería considerar que la posibilidad de voto de todos quienes son pobres podría cambiar, al menos en las democracias, la política de los estados. Solo en algunos casos trasciende esa influencia, pues en muchas naciones el poder financiero controla al poder político, o bien porque los ciudadanos no perciben su responsabilidad para inclinar el sistema a favor de los desfavorecidos. Todo país en que la cohesión social no prospera se aboca a perpetuar la impotencia de la pobreza para redimirse a sí misma, y en ellos muchos ciudadanos no advierten su culpa personal, que existe. Solo la solidaridad de las mayorías puede revertir esa situación, aunque ello les cueste algo de su acostumbrado vivir superfluo.
 

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