PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 98                                                                                  MAYO - JUNIO  2018
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"ALMA", ARRINCONADA


El uso del lenguaje es el elemento más determinante de toda cultura. Entre las formas de lenguaje se distingue la utilizada por los seres humanos, que --aunque reúne caracteres comunes con las de otras especies respecto a lo básico de la comunicación-- constituye un sistema inteligente de signos que permite aprovechar al máximo la combinatoria de la fonética articulatoria para que con un número muy limitado de sonidos o signos gráficos lograr significar un número prácticamente ilimitado de conceptos mentales. Esta forma de lenguaje humano responde a un mismo sistema que cada cultura o país ha individualizado como su propia lengua, sin conocerse bien si comparten una única raíz o no.
El hecho de la utilización de una lengua como vehículo esencial de comunicación de una comunidad tiene una relevancia de primera magnitud para la cultura de la humanidad, no sólo porque permite la transmisión de ideas entre las personas, o porque haya posibilitado la documentación histórica, sino principalmente porque el propio sistema de la lengua se utiliza como lenguaje interno de procesamiento en la mente humana. Sin una lengua ¿se podría tener percepciones, abstracciones, ideas e intuiciones? Sí, pero difícilmente se habrían conformado las culturas; ello ha conducido al ser humano a considerar la capacidad para generar y utilizar un sistema así como una potencia específica innata de su forma de ser.
Que la lengua sea el instrumento principal de la comunicación entre personas --junto a la fisiología articulatoria y auditiva-- y el recurso esencial de la mente para interrogarse a sí misma muestra la importancia que el sistema comporta para la relación social y la introspección personal; así, el contenido de cada lengua no es ajeno al devenir intelectual y moral de la conciencia humana. De que la lengua priorice unos conceptos sobre otros o jerarquice la amplitud de los campos semánticos, y así se aprendan y transmitan entre la población y las sucesivas generaciones, depende en mucho la determinación de la actividad mental en cada cultura y civilización.
La caída en desuso que en el lenguaje contemporáneo están teniendo conceptos como "alma" o "espíritu" en la valoración de la naturaleza del ser humano por el influjo cultural de las corrientes positivistas, inmanentistas y materialistas de la filosofía, está generando que la definición de sí mismo sea cada vez más incapaz de expresar lo que por propia forma de ser es. La aportación positivista que vincula la realidad a la justificación experimental de la ciencia, el escepticismo que la corriente inmanentista supone respecto a la certidumbre de la realidad externa al conocimiento y el materialismo que reduce la realidad al pragmatismo utilitario para la vida van relegando paulatinamente del lenguaje toda referencia al espíritu humano como sustancia inmaterial del ser y arrinconando el léxico "alma" en el discurso religioso.
El gran problema que reporta para la humanidad dar la espalda en el lenguaje ordinario al léxico tradicional respecto a lo inmaterial, sin sustituirlo esos conceptos por otro léxico equivalente, es que dificulta la comprensión de los estados del ánimo, los juicios de razón, la libertad moral o la ética que prioriza el ejercicio del bien sobre el gozar de lo bueno, y en general de todos los actos que dirige la conciencia con la convicción de obrar sin ser respuestas condicionadas de su ser a las imputaciones externas que pueda recibir. Precisamente el reconocimiento de la libertad inherente a la actividad psíquica humana es uno de los efectos cuya causa justifica la filosofía en la identificación semántica del "ánimo" o "alma" como la sustancia inmaterial que trasciende la actividad fisiológica mental, aunque precise de la misma para su expresión en el universo material. "Alma", "ánimo", "espíritu", "psique", "mente"... en algunas de sus acepciones léxicas pueden ser consideradas como sinónimos en lengua española --como sus correlativas en todos las lenguas--  que comparten el campo semántico de la actividad inmaterial e intelectual que se puede predicar del ser humano; de ellas, no obstante, "psique" y "mente" refieren, dentro del campo semántico de la actividad intelectual, más específicamente a la potencia racional: la gestión de las emociones y sentimientos; y "alma", "ánimo" y "espíritu" a la sustancia sujeto de las intuiciones y juicios de la actividad intelectual.
 

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