INVESTIGACIÓN EN SALUD
Desde siglos la inquietud científica por saber respecto a la fisiología del cuerpo humano, la causa de las enfermedades y los remedios quirúrgicos y farmacológicos no ha dejado de crecer. Fruto de ese ininterrumpido esfuerzo social son los progresos de la medicina en la protección de la salud ciudadana; no obstante ese tangible avance, tres aspectos de su repercusión suelen ser recurrentes cuando se acomete periódicamente la crítica del estado de la sanidad escala mundial:La vinculación económica del proyecto de salud radica en que individualmente la persona resulta casi inepta para lograr progresos curativos médicos. De distinta manera a cómo gran parte de la población puede acceder a una alimentación básica a pesar de contar con escasos recursos económicos, para la sanidad ha de depender de servicios colectivos públicos o privados, salvo para aplicar los remedios tradicionales caseros para dolencias cotidianas. Esa dependencia de terceros es lo que supedita la atención médica y farmacéutica a poseer recursos económicos suficientes, a contar con una protección sanitaria nacional o a depender de la caridad. De hecho, la salud y la esperanza de vida de cada ciudadano está vinculada a su estrato social y al sistema social y nivel de desarrollo del país en el que habita.
- La vinculación económica del proyecto de salud.
- La carente investigación sobre enfermedades menos notables.
- El desdeño a la investigación de la prevención respecto a la medicación.
La carente investigación sobre enfermedades menos notables obedece a la dispersión e invisibilidad de los pacientes de las mimas y en la escasa empatía de las autoridades sanitarias hacia ellos, siempre y cuando las mismas enfermedades no supongan una alarma social. La excepción al comportamiento general la marcan escasos científicos comprometidos con quienes padecen el abandono de alguna de esas enfermedades. Podría asegurarse que se aplican criterios económicos prácticos para la investigación y tratamiento de las enfermedades más comunes o agresivas, pero lo cierto es que del estudio de las enfermedades raras es muy probable que surjan descubrimientos aplicables a otras ramas de la medicina; al fin y al cabo, toda la investigación científica se fundamenta sobre un mejor conocimiento de la anatomía y metabolismo del mismo cuerpo humano.
El desdeño a la investigación de la prevención respecto a la medicación proviene de que los Estados han renunciado a gran parte de su responsabilidad en las políticas de salud, dejándolas en manos del sector privado de los laboratorios farmacológicos, cuyo fin mercantilista se satisface en descubrir y proveer medicinas para curar. La investigación dirigida a prevenir la enfermedad es la mejor para los ciudadanos, pero es contraria a los intereses privados de las compañías mercantiles que tanto más ingresos tienen cuantos más enfermos haya. Evidentemente la investigación farmacológica privada no es responsable más que de lograr sus objetivos comerciales, dirigiendo a ello superar a la competencia en la investigación para disponer de las patentes que permiten a cada laboratorio la medicación más contundente para neutralizar aquellas enfermedades que puedan ser más rentables de explotación. Dirigir un esfuerzo paralelo al farmacológico en la investigación preventiva sanitaria lo reclama la salud social, pero su rentabilidad económica puede que no se logre sino en los grandes números del bienestar ciudadano y la reducción del gasto global en salud; por ello, deberían los Estados, en correspondencia a su deber de proteger a la ciudadanía, planificar las inversiones necesarias para que esa investigación no deje de realizarse por la carencia de un sujeto mercantil inmediato interesado en llevarla a cabo.
Muy probablemente los éxitos de la investigación de los países ricos sobre las enfermedades raras y la prevención sanitaria supondría, además del beneficio para la propia ciudadanía, la mejor colaboración a realizar en su esfuerzo de cooperación de la mejora del bienestar de las regiones en vías de desarrollo.