PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 98                                                                                  MAYO - JUNIO  2018
página 7

CENSURAR LA MENTIRA


El fácil acceso a la comunicación que proporciona internet, y su aplicación por las redes sociales, ha descentralizado tanto la información en forma y modo que ha invertido la configuración hegemónica de reducidas fuentes por la viral difusión de mensajes entre receptores-emisores. No es que antes no hubiera transmisión de los sucesos de boca a boca, sino que su ámbito era limitado y su proceso lento. Lo que ha favorecido la revolución técnica de las comunicaciones no es sólo que la difusión de una noticia u opinión ahora se pueda hacer llegar de forma casi inmediata a la pantalla de un número prácticamente ilimitado de terminales, que es mucho, sino también que cada terminal se convierta en un nuevo emisor.
Las ventajas proporcionadas por la conexión en red de internet en general se considera un progreso de calidad y de libertad en la comunicación, pero también han surgido voces discrepantes que denuncian los riesgos de una exposición a la difusión incontrolada de mensajes y opiniones. Esa intranquilidad aboga por el control de la información en la redes, aduciendo que se pueden transmitir mentiras, como si el control centralizado de la información no hubiera sido acusado de lo mismo desde que esos medios existen. Esa pasión por la verdad que parece centrar el interés de algunas autoridades sigue parecido argumentario del que a lo largo de la historia se ha utilizado para justificar la censura.
No deja de ser paradójico que las autoridades que reclaman filtrar la libre comunicación para depurar la verdad de la mentira sean personas que no mantienen ningún pudor para mentir en sede parlamentaria, en sede judicial, en sus declaraciones a la prensa, en las campañas electorales, en sus curriculum profesionales, en su confesión de bienes, etc. etc. Se pregunta la mayoría de los ciudadanos si no debieran quienes obran así previamente a propugnar la depuración de las mentiras en las comunicaciones ajenas autocontrolarse de verterlas desde sus posiciones de poder, donde la mentira no sólo genera engaño, el que es pretendido, sino también una merma de autoridad y una grave alarma social cuando queda en evidencia.
Defender el objetivo de la verdad en todas las relaciones sociales es una de las exigencias para que esas relaciones puedan considerarse como relaciones de servicio, pues el engaño al ajeno, especialmente al más débil, las contamina como relaciones de dominio; así que el empeño en la defensa de la honestidad en el ámbito de la sociedad que animan las redes sociales debe fortalecerse. No obstante, hay que tener en consideración que cada persona, como usuaria de una red, presta credibilidad a cada información que recibe en función de la confianza depositada en el emisor que le transmite el mensaje, del mismo modo que obra en cualquier alternativo modo de comunicación.
Censurar qué noticias o comunicados corresponden a la verdad y cuáles son falsos plantea a su vez dirimir quiénes son los censores capaces de discernir la verdad, pues la experiencia desde siglos es que la censura sigue y sirve únicamente a la ideología del censor. Si la ley no persigue la mentira en boca de la autoridad pública, menos lógico que lo haga con quien no tiene esa responsabilidad.
 

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