ENFRENTAMIENTO SOBRE MOTO
Existen deportes que conllevan determinado grado de riesgo, el que es asumido por los amantes del mismo, pero no debe confundiese riesgo y temeridad, o sea que lo que debe primar en el deporte es destreza, fuerza y superación, y no el desafío a los estados límites, el atrevimiento, la osadía o la irreflexión.
El motociclismo, por ser uno de los deportes de potencia y velocidad sobre máquina, entraña un grado elevado de riesgo, y prueba de ello lo dan los frecuentes accidentes que producen que una gran parte de los motoristas porten un esqueleto remendado con placas y tornillos.
Las causas de los accidentes provienen de los meteoros atmosféricos, de la impericia o merma de concentración de los pilotos, por fallos mecánicos, por imprevisión organizativa o por móvil imprevisible, el más difícil de contrarrestar. Como es evidente que lo principal a proteger es la seguridad de pilotos, mecánicos y espectadores, de continuo se mejoran las protecciones de seguridad activas y pasivas en los circuitos de competición y en la indumentaria personal, lo que ha mejorado no tanto el riesgo de accidente, sino la gravedad de sus consecuencias.
Entre las causas imprevisibles se encuentra la actitud de los pilotos, su sicología y su deportividad. Por mucho que se optimicen las medidas de seguridad, la actitud del conductor para arriesgar por ganar y los límites que él mismo se impongan a su agresividad sobre los demás participantes de la prueba para abrirse paso a las posiciones de puntos va a actuar determinantemente sobre la seguridad de todos los participantes. Nadie duda de la recta intención de cada piloto para competir, pero según la sicología personal puede concebirse poder pasar en curva por donde no se cabe sin desplazar a la moto precedente, o pugnar por la fuerza para lograr la posición preferente en la trazada.
Muy posiblemente la reglamentación debería ser más estricta en delimitar las iniciativas de riesgo permitidas, pues, por ejemplo, existen medios técnicos para conocer los límites que diferencien el adelantamiento legítimo del agresivo entre el espacio que deja la trazada del piloto precedente y la curva. Habrá quien piense que la reglamentación cercena el espectáculo, pero ello también incrementa un enfrentamiento indigno de la condición de deporte.
El deporte, como actividad cultural, debe reunir en todas sus expresiones una referencia de convivencia, de civismo y de ética. Cuando la agresividad en la pista es la que priva entre los pilotos de una prueba, el ejemplo que se traslada a los espectadores es negativo, pues no sólo la falta de respeto entre ellos ofrece un pésimo mensaje, sino que las actitudes de gran riesgo utilizadas para vencer quedan gravadas en la mente de los aficionados, algunos de los cuales pueden ser traicionados por el subconsciente para imitarlas circulando por carretera.