6704.html PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 67                                                                                        MARZO - ABRIL  2013
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SOBERANÍA Y SOCIEDAD

 
La política es una disciplina que permite articular las relaciones sociales sobre conceptos consensuados de rigor práctico. Como la sociedad está formada por la confluencia de mujeres y hombres que se necesitan entre sí para conseguir bienestar, se ven conminados a establecer normas de mutuo comportamiento para que la convivencia sea eficaz. El modelo ejemplar para esas normas procede de la experiencia por la adecuada ordenación y administración de la vida en común, pero tanto la implantación de esos criterios como su interpretación no corresponde sino a las personas que las practican, que son los individuos de cada comunidad.
Cada persona debe una gran parte de su saber a cuantos le han precedido, ello condiciona, normalmente de modo positivo, su mente, que pasa de ser natural a social en cuanto percibe una interpretación elaborada de la realidad exterior. El conocimiento que sigue a todo ese influjo social condiciona la decisión de la razón, pero la conciencia de libertad que determina la voluntad le reclama constantemente la justificación moral de esas premisas sociales en el ámbito de su actuación personal. Esto hace que los criterios sociales establecidos se modifiquen constantemente, e incluso sus fundamentos se sometan a crítica generación tras generación.
Se podría pensar que el conocimiento humano de su realidad social debería seguir un itinerario de progreso, basado en la efectividad de cada nueva proposición, pero hay que tomar en consideración que ese decurso no es interpretado por una misma mente, lo que certificaría la linealidad del progreso, sino que cada mente se reserva el juicio de lo anterior establecido, no sólo en cuanto a crítica histórica, sino a repercusión sobre el presente y el futuro.
Todo procede de la conciencia de libertad y soberanía que cada ser humano posee de sí mismo, que le conmina a ser quien apruebe la trascendencia de todos sus actos, entre ellos los que incumben en las relaciones sociales, entre los que se encuentra los que configuran el sistema político y la estructura de administración pública que lo gestiona. Teóricamente lo único del sistema que vendría predeterminado para las relaciones sociales es el fundamento democrático de reconocer la capacidad plena de decisión para cada individuo, ya que es la expresión más genuina de preservación de la soberanía personal.
A partir de ahí la integración en sociedad se regula por la concertación de quienes quieren constituir una comunidad. Aunque en todo tipo de comunidades sociales influyen las costumbres, hay que distinguir entre las sociedades políticas universales, en cuya estructura se nace, y las sociedades particulares, que se establecen por la expresa voluntad de los partícipes. Entre las sociedades políticas están las naciones y los municipios ,en los cuales cada persona se incorpora por nacimiento, o por cambio voluntario de residencia por motivos políticos, laborales, migración económica y similares. El que exista por derecho una vinculación con una sociedad política conlleva el ejercicio de la soberanía que permite participar en la concertación de todos los ciudadanos para ajustar las estructuras y el sistema a la voluntad propia, aunque, por lógica, la propia decisión es efectiva proporcionalmente al grado de consenso que encuentra con el ejercicio de la soberanía de la población. Ello es causa de migración cuando se llega a considerar que la voluntad propia no se ajusta en mucho al sistema o estructura de la comunidad en la que se está.
Podría parecer que lo más difícil para el ejercicio de la soberanía personal se hallara en la regulación política de las comunidades nacionales, por la cantidad de voluntades distintas. Sin embargo el grado mayor de necesidad de acuerdo en la concertación se precisa en las sociedades bipersonales, especialmente en la pareja familiar, ya que requiere concertar la soberanía de dos individuos cuya discrepancia no puede ser corregida por una mayoría. Así, cuantas menos personas compongan una sociedad y más próximas estén las implicaciones de las decisiones, más se compromete la conciencia de realización de la soberanía personal, y por ello más dificultoso es aceptar compartir la parte implicada de ese ejercicio, salvo que se perciba como un gran beneficio ceder en voluntad personal por una compensación proporcionada.
 

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