PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 71                                                                                       NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2013
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ENSEÑAR A DEFINIR
 
La crítica que siempre han hecho los pensadores a la enseñanza es que se emplee más en enseñar contenidos que de favorecer realmente a interiorizar las condiciones de verdad que puedan darse en esos contenidos. Se argumenta que aprender a discernir la argumentación sobre los contenidos exige años de madurez, por lo que ello ha de llegar con mucha posterioridad; mientras, se enseña y aprende memorizando definiciones, signos, conceptos, relaciones y reglas de cálculo matemático.
Muy posiblemente la pedagogía sigue un adecuado ajuste a los procesos cognitivos de la persona humana, partiendo de los más simples de percepción y sensación, con los que la mente capta, procesa y memoriza la realidad circundante. La enseñanza añade a esa aprehensión sensible los conceptos y relaciones extraños al entorno, mediante una representación significativa de los mismos. Se trata de trasladar contenidos conceptuales a la mente del alumno del conjunto de realidades que no puede percibir directamente. En este proceso de representaciones que se interiorizan lo difícil es conocer cómo evoluciona el proceso desde la simple memorización del contenido a la posterior abstracción que va a facilitar la identificación de cada cosa.
Una forma de penetrar en el proceso mental del aprendizaje está en que una vez que se aprende algo se pueda justificar lo que se ha aprendido. Esa actividad no es otra sino la capacidad de definir los conceptos de modo original, y no simplemente repitiendo lo que se hubiera retenido en la memoria. Esa práctica de definir supone la forma elemental de realizar una redacción sobre algo, lo que implica comprometerse con lo que se manifiesta e indagar en el propio conocimiento las condiciones que ayudan a realizarlo.
Enseñar a definir desde pequeño a los niños es conectar con la natural curiosidad con que demandan saber. Ese cuestionar "¿y por qué?", que exige las causas y efectos de las acciones y relaciones supone la demanda de información para calificar adecuadamente la idea que se quiere memorizar. El proceso inverso para identificar la certidumbre del concepto memorizado es definirlo en la máxima extensión posible.
Definir, como redactar, puede hacerlo todo el mundo, pero existe tanto para lo uno como lo otro una técnica para realizarlo correctamente. Esa técnica, que tanto va a facilitar la revisión de la comprensión interna, es la que conviene inculcar a los alumnos. La perfección de la definición de los conceptos es una tarea que se mejora con la práctica y con los criterios de selección del qué, por qué y para qué, de modo que unívocamente se puedan ir distinguiendo las esencias y condiciones de lo que cada concepto es. Ese procedimiento es en realidad una síntesis máxima de lo que se puede predicar de cada elemento, pues de cada cosa se puede redactar tanto como cabe en las enciclopedias. Definir es saber priorizar lo esencial de lo intrascendente, y ello se razona en función del hábito en hacerlo, de la extensión del saber que se tiene sobre la cosa y de la intuición intelectual de la extensión que requiere el destino de la definición.
 

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